Te dedico toda esa música. No sé aún quién eres o eras, lo pregunto pero aún no sé cuando escribo. Anteanoche llovió con fuerza mediterránea en Málaga, y lo hizo el rato suficiente para que te arrastraran las gotas convertidas en una furia de riada que baja cada vez con menos obstáculos naturales monte abajo, hasta el mar, por el cauce del Guadalmedina, guad-al-medina, río de la ciudad aún en árabe. Que eres -o que eras, aún no sé- un joven indigente británico de sólo 20 años que pasabas la noche debajo del puente de Tetuán es lo que decían las noticias de sucesos que hablaban ayer sobre ti. Informaban acerca de cómo Bomberos te rastreaba en el cauce del río, Salvamento Marítimo en el mar y en los aledaños de la desembocadura, del control del sistema de Emergencias 112, de un helicóptero€ Te seguían buscando.

Había debajo del puente más indigentes (bueno, había otras personas, la palabra indigente pesa como una losa semántica y casi funeraria sobre los derechos y deberes de quien padece la palabra en una sociedad tan bancaria como la nuestra) Indigente: Que carece de lo necesario para vivir. No se refiere la definición a carecer de la compañía de alguien o a la sociedad o al amor, se refiere, creo, a no tener una tarjeta de crédito con su pin y sus fondos, porque sólo así eres gente que atraviesa el puente y no el indigente que duerme debajo. Esas personas que también pasaban la noche bajo el puente no pudieron evitar que la crecida de un cauce habitualmente seco para quien no lo conoce bien te llevara por delante. Con 20 años y debajo de un puente, under the bridge, ese muchacho británico del que aún no sé.

Desde el flamenco de Porrina de Badajoz (que tanto gustaba a mi padre ya en la otra orilla del Aqueronte, un Guadalmedina griego) hasta el rock tequilero de Ariel Roth sumo canciones que se llaman Debajo del puente. En inglés quizá te identifiques más con la de Red Hot Chili Peppers. Por ti, por quien seas, la escucho y tecleo el último miércoles de septiembre sin saber qué se sabrá de ti este jueves primero de octubre.

No habrá mucho sitio para un indigente en los informativos, atiborrados de corbatas y banderas nacionalistas. No sé quiénes te estarán echando de menos y, si al final te encuentran, ojalá que vivo, o no, quiénes se alegrarán por haberte salvado quizá una vez más, o te llorarán con ese estremecedor desconsuelo de saber que estabas perdido entre la gente y quizá al final perdido bajo la riada, ya sin vida. No sé.

No creo en un mundo impávido que confunde, interesadamente, la libertad de vivir bajo las estrellas con la indigencia de dormir debajo de un puente. Tener 20 años y ser británico no es ser un refugiado sirio que huye de las bombas de unos y otros, financiadas por quienes les mandan parar. La Costa del Sol puede ser para un chico como tú una desmadrada despedida de soltero, pero no la más pobre, triste y última de las despedidas.