La vida de un partido nacionalista resulta un tanto especial. Mientras no logra para su país la independencia mantiene una excitación épica, y cuando la conquista se convierte en un partido más o menos normal, salvo que se lance a una nueva aventura excitante buscando extender sus fronteras. Por eso los mejores tiempos de un partido nacionalista son los anteriores a conseguir el gran objetivo final que carga de sentido su vida. Esa es la razón de que en general tiendan a manejar calendarios muy largos hasta su meta, en los que la sucesión de avances y retrocesos sirva para mantener encendida la llama del deseo, porque después de satisfecho éste ya nada será igual, y desaparecen las erecciones o son menos emocionantes. Por eso no hay que descartar, aunque otra cosa finjan, que con el episodio de sexo incompleto Convergencia y Esquerra experimenten aliviados el regreso del celo.