Comienza octubre con invasión crucerística en Málaga. Este mes, considerado temporada alta en el sector del turismo marinero y transatlántico, desembarca con el recién concluido verano y medio Centro de la ciudad levantado por obras. Comedias, Casapalma, el entorno de la Catedral... recibirán a los turistas de allende los mares con el dulce sonido de la piqueta y la delicada visión de la raja, no precisamente de la falda, del operario municipal. Programar el levantamiento de las calles más céntricas de la ciudad para mitad y final del verano es, por decirlo finamente, pensar con los pies. En Málaga parece que se consultan los trabajos de remodelación urbanística antes con la Agrupación de Cofradías que con las cabezas pensantes del Consistorio malagueño. Cualquier cosa antes de modificar el recorrido de una procesión, un traslado o un vía crucis unos meses antes, aún a costa de ofrecer una imagen al turista otoñal de ciudad envuelta en el taladrante sonido que inunda sus calles. Y, precisamente en octubre, sube el paro porque claro, los comercios no consideran oportuno aprovechar el buen clima que, de puertas hacia afuera de la Costa del Sol, se pregona para atraer al visitante en cualquier época del año y largan de una patada a sus eventuales trabajadores estivales. Se vende el buen clima y se vende la costa, pero la imagen que presentaba la playa de La Malagueta el 1 de octubre era sencillamente lamentable, como igual de lamentable resulta que su aspecto no difiera mucho al que tiene durante todo el verano. El problema de la suciedad en Málaga no entiende de estación del año ni de barrios. Patearse la ciudad es patear cañas y paquetes de patatas en la playa, latas de cerveza en Ollerías y cajas de pizza amontonadas en Capuchinos. Y, con todo esto, el Málaga CF sin marcar un gol... ni con la cabeza, ni con la mano y, por supuesto, ni con el pie.