Suele hablarse, como los dos extremos de una tensión, de lo local y lo global. Pero, gracias al mayor genio de nuestro tiempo, de nombre Stephen Hawking, los puntos ahora son tres: lo local, lo global y lo sideral. Desde hace años el discurso de ese gran científico y gurú (alguien que plantea misiones, uniendo a lo descriptivo lo normativo), descansa en la idea de que la humanidad sobre la Tierra no es sostenible, y debe empezar a planificar su expansión depredadora hacia el universo. Cuando eran dos los puntos la tensión se articulaba en un segmento, y ahora en un triángulo. El triángulo es la representación simbólica de Dios, pero Hawking, como científico consecuente, es por lo menos agnóstico. Por tanto esa triangulación del proyecto humano supone una especie de deificación del hombre, promovida por alguien cuya condición humana está reducida a la mínima expresión: una mente.