La gimnasia está de moda. La salud es un vértigo en equilibrio entre una buena forma física y un adecuado estado mental. Está condición requiere voluntad, constancia y un espacio bien equipado en el que quemar grasas para respirar endorfinas. Da igual la edad. Todos se apuntan al combate sin tregua con el sudor y la exigencia del esfuerzo. Unos en busca de una figura moldeada o atlética. El objetivo de otros es la flexibilidad y una mayor resistencia. Los expertos afirman que la gimnasia aumenta la sensación de confianza, la seguridad en uno mismo y la autoestima, al mejorar la imagen corporal. Igual que estimula la capacidad de concentración y la memoria. Y también posibilita la liberación o descarga de tensiones, disminuyendo la ansiedad, el malhumor y otros estados emocionales alterados. Este bienestar somático afecta positivamente el estado anímico, logrando que afrontemos la cotidianidad y sus problemas con mayor optimismo y energía. Sin olvidar que tener un estilo de vida sano prolonga la expectativa y calidad de vida. Hace unas décadas el perfil mayoritario de estos establecimientos los constituían los adictos al culturismo, jóvenes en busca de un aspecto rocoso y mujeres en combate contra las exigencias sociales de la estética, tanto en el medio laboral de cualquier sector como en la iconografía cultural. Y en menor medida los hombres de ese mismo arco generacional necesitados de aliviar el estrés e igualmente dispuestos a cultivar un aspecto saludable. Hasta que la práctica deportiva se popularizó. Un boom al que en los últimos años ha contribuido la televisión con programas como el Método Osmin, un reality en el que ocho participantes se someterán al sistema poco ortodoxo (la calle, los bancos, los cubos de basura eran su espacio y sus instrumentos) de Osmin Hernández. Un exmilitar cubano que llegó a Miami en una balsa e hizo fama y dinero instruyendo a deportistas y celebridades. Madonna, la reina del fitness, y Mickey Rourke están en su currículum vítae.

España cuenta con 46,5 millones de habitantes, de los cuales 4,89 millones son socios de un gimnasio. Con 4.350 clubs repartidos en todo el país, la cuota media por socio es de 40 euros y el negocio total ha generado 2.134 millones de euros. Los clubes pequeños son los que han impulsado el crecimiento del mercado debido a su cercanía, a sus ofertas y el auge del deporte en España. Mientras la media europea de penetración de gimnasios es del 7,4%, en España la cifra es un 10,2%. Incluso algunas empresas han comenzado a poner en marcha programa de salud para el entorno laboral que incluye actividad física, nutrición, fisioterapia y relajación. Según el presidente de la empresa de servicios deportivos CET10, Carles Meilán, es una excelente manera de aumentar la fidelización de los trabajadores, reducir el absentismo laboral, mejorar la conciliación laboral y familiar, y de incrementar la productividad y la motivación. La innovación no se queda en este ámbito. La búsqueda por la máxima efectividad en el menor tiempo posible está posicionándose contundente en los gimnasios modernos. Consiste en prácticas que mezclan períodos cortos de entrenamiento verdaderamente intenso, en torno al 90% de nuestro ritmo cardiaco máximo, con otros períodos también muy cortos a intensidad moderada o baja. Otra opción de moda es la de contratar un wellnes coach, un profesional que guíe el entrenamiento en el gimnasio y además analize tu modo de vida y te ayuda a cambiar las costumbres poco a poco y a un ritmo personalizado para conseguir una verdadera evolución vital.

Si usted visita un gimnasio es habitual que suene música ambiental, que cada uno se esfuerce aislado en la suya propia, que las charlas discurran sobre accidentes morales del corazón o confesiones de complicidad, o que sólo se escuche el imperativo del monitor con mucho ritmo y conveniente humor intercalado. Pero ahora también escuchar la respiración de la felicidad o el llanto de liberación. El primero lo procura la disciplina The Class, y el segundo el SoulCycle. La primera tiene una duración de 75 minutos y se define como una experiencia catártica para el cuerpo y la mente. La clase aúna cardio, yoga y movimientos de fuerza que esculpen los músculos. Lo que se busca es la relación total entre el movimiento muscular y las emociones, ya que las emociones son reacciones fisiológicas del cuerpo y están directamente relacionadas con el movimiento, la energía y el sistema nervioso, según explica Ariadne Nathalie, kinesióloga y terapeuta psiconeuroenergética y regenerativa. Y la segunda modalidad es una sesión de spinning que se realiza en una habitación iluminada con velas y que ha enamorado a las celebrities que abandonan la bicicleta entre lágrimas. Las emociones procedentes de las áreas viscerales de nuestro cerebro están conectadas con la tensión muscular. Tras realizar un ejercicio intenso y relajar los músculos, las emociones se liberan y pueden dar paso al llanto.

Conozco a gente de toda condición y edad que practican gimnasia o deporte. Médicos jubilados y en activo que montan a caballo, hacen tablas de flexiones y cruzan piscinas a la intemperie; abogados y empleados de Banca que antes y después de un infarto nadan a diario y recorren a pie de marcha grandes distancias urbanas. Escritores que también bracean en climatizadas calles azules, boxean o corren maratones; fotógrafos que hacen rutas en bicicleta; pintores que surfean y poetas que practican la esgrima. Y tengo buenos amigos como Javier, Jaraj, Alejandro, Sonia, José o Ana M. que estimulan y mejoran el desafío físico, la correcta respiración, el control abdominal, la fluida precisión de los ejercicios y la condición física, con sus eficientes clases de Pilates y Trx. Pero su mayor éxito es que, además de fabricar gente gym, favorecen también las endorfinas de la risa y de los afectos, la camaradería y el diálogo que producen la empatía humana y la sencillez. La mejor manera de estar en forma.

*Guillermo Busutil es escritor y periodista

www.guillermobusutil.com