Soraya Sáenz de Santamaría, la política, baila. Era inimaginable en los tiempos de la tecnocracia franquista ver a un simple diputado bailar, no ya a toda una vicepresidenta del Gobierno; que tampoco pudo existir una vicepresidenta, acabado en a, en aquella política de políticos que no bailaban. Incluso en los años 80 la Movida no se movía si de la política se trataba. Nadie se imaginaba a Alfonso Guerra durante los algo más de ocho años que fue vicepresidente del Gobierno bailando en la tele música funk o el Bailando de Alaska y Dinarama (al margen de que él se declarara amante de las sinfonías de Mhaler, que no se bailan).

La juventud baila era una sección dentro de un exitoso programa de aquellos años 80: Aplauso. La presentaba un disc jockey con barba que se llamaba José Luis Fradejas. Si consideramos a Mikel Iceta un tipo joven, ya que los 50 de hoy son los 40 de entonces -por trivializar un poco en un artículo político que siempre se presupone serio y con claves que prestigian a quien lo firma pero a veces distancian al lector-, podríamos titular así a la nueva política que aspira a gobernar tras el 20 de diciembre: La política baila.

Quién bailará mejor. Quizá Albert Rivera, joven preparado y sin complejos con un físico para desnudar que ya enseñó en el cartel electoral en las Catalanas de 2006, cuando utilizó sin pudor el marketing con cierta frivolidad para darse a conocer. O Pablo Iglesias, cuya mayor virtud es quizá también su mayor defecto, esa seriedad falta de cintura para sonreírle a la vida como sí lo hace el socialista Mikel Iceta, sorprendiendo con sus hechuras de gordito inteligente y con gafas poseído por la música en mitinera catarsis. Por Rajoy ya sabemos que baila Soraya (que volvió a demostrar en El Hormiguero que es la pos candidata si el PP aguanta su sangría por el centro hacia Ciudadanos, como el PSOE deberá aguantar su herida de credibilidad a favor de Podemos e incluso de Ciudadanos).

Si vas a El Hormiguero y te subes al ritmo que marca el bueno de Pablo Motos es más que probable que empieces o termines bailando en el programa.

Lo de la inteligente y resuelta Soraya no me sorprendió, para mí no fue un «¡Mira quién baila!», ese programa ya se lo apropió entero Iceta con sus inesperados y simpáticos saltitos electorales en las «plebiscitarias» del 27 de septiembre pasado, hasta el punto de que ya denominan algunos al baile electorero de un político «hacerse un Iceta». Tampoco creo que la ciudadanía preocupada por los problemas reales -la otra ciudadanía incluso ya votó a Suárez o a González sólo porque eran guapos- vaya a votar a ninguno por bailar o por no hacerlo. Lo que sí nos debería preocupar, y mucho, es que en las redes sociales tantos valoraran tanto que Soraya aceptara someterse sin limitaciones a las preguntas del programa. Hace tiempo que somos nosotros quienes no bailamos, todos, las imprescindibles canciones de la libertad.