3, 2, 1. ¡Acción! Ha empezado el espectáculo. Show must go on!. Soraya en El Hormiguero. Pocas cosas buenas pueden salir de ahí. La vice, que siempre ha dado una imagen un poquito rancia (por ser benévolo), acabó bailando al Iceta Style. La precampaña nos regala momentos épicos, sublimes y exquisitos... Ridículos, aburridos e incluso miserables. Escucharemos brindis al sol, burdos ligoteos entre líderes, acercamientos entre posturas que hasta hace unos meses eran irreconciliables. La precampaña es ese momento en el que los mensajes se simplifican (aún más) y el perfil del discurso se convierte en tan bajo que roza el esperpento. Valga como ejemplo la citada presencia de Soraya en El Hormiguero.

La precampaña es también esa época en la que los plasmas se humanizan y dan entrevistas en televisiones nacionales con un guión tan estudiado que da vergüenza. Ojalá viviéramos entrevistas con más chicha al presidente Rajoy. La de Gloria Lomana fue una dulce conversación que bien podría haber mantenido con su jefe de gabinete. Periodistas como Carlos Alsina, que ponen en aprietos al presidente y son capaces de hendir sus garras en los momentos de flaqueza, son los que desaparecen en precampaña. Los partidos prefieren tenerlos lejos de sus líderes para que no molesten.

Este bajo perfil de los mensajes durante la campaña no es nada nuevo. Ya lo utilizaba aquel PSOE con el dóberman pepero, o Xavier García Albiol con sus ganas de «limpiar Tarragona». Como cada vez que nos metemos en época electoral (vivimos en una constante precampaña), toca relajarse ante las barbaridades que vendrán, ante las falsas promesas y los aburridos debates de contertulios partidistas. Preparados, listos, ¡ya! La carrera ha empezado. ¡Temblad!