Hay que saludar con esperanza que, dentro de tanta medianía y cutrez, surjan iniciativas como Civisur que se puso de largo esta semana en Málaga, una corriente de aire fresca, sin más compromiso que dotar a la sociedad andaluza de instrumentos para avanzar en lo cultural, lo social y, si se puede, en lo económico. Nace, es cierto, para fortalecer el eje Málaga-Sevilla pero a nadie se le oculta, salvo a obtusos y alitongados, que el fortalecimiento de ambas ciudades y provincias tendrá un valor añadido para el resto de Andalucía. Que hayan surgido voces discrepantes en los reinos de Taifa entra dentro de lo normal y se debe contar con ello, pero en ningún caso hacer cambiar la hoja de ruta.

Dicho esto, quiero poner cara a este lobby, palabreja que no debe asustar si se gestiona todo dentro de la ley, lo que no pongo en duda sabiendo quienes son los que están tirando del carro y caras visibles del proyecto. De un lado, Luis Merino, que fuera alcalde de Málaga, joven luchador por las libertades en el tardofranquismo, que militara en la Unión de Centro Democrático (UCD), partido con el que obtuvo representación parlamentaria, a nivel nacional y andaluz, y dejada huella en el centro político por su capacidad de provocar el diálogo, el encuentro y el consenso. Yo recuerdo, en ocasiones tensas y difíciles, la sonrisa abierta y el golpe de inteligencia de Luis Merino para soltar amarras y no estallara la tormenta. Hay quien le tildaba de frívolo pero tengo a fe recordar que no daba puntada sin hilo.

De Manuel del Valle, la otra cara visible porque hay muchas otras detrás de enorme valía, recordar que fue un valor de largo recorrido en la lucha contra la dictadura franquista, como uno de los jóvenes socialistas del llamado clan de los sevillanos (Felipe, Guerra, Yáñez, Chaves, etc.) y que sería alcalde de Sevilla, con una impronta en la que hizo ver que era posible aplicar y gestionar ciudades, como la sevillana, desde unos principios sociales de izquierdas, tal cual hiciera Pedro Aparicio en Málaga y que, de estar vivo, hubiera acogido con sonrisa abierta y vozarrón de satisfacción lo que ahora arranca, esperemos, con fuerza. Es cierto que entre las dos urbes suman más del 40% del PIB andaluz, lo que debe ser acicate para sumar otras iniciativas y no restar.

En una semana espectacularmente bochornosa, por no decir otra cosa, con don Rodrigo Rato como mascarón de proa de tanta mierda que parece anegarnos, con la Gürtel asomando su asquerosa cara en los dominios andaluces del PP, sobre todo en el jerezano y sevillano, con el estudiado y mediático desplante del PP y de Podemos en la Cámara andaluza y el descarado uso electoral que ha hecho Mariano Rajoy en la inauguración del tramo último de las autovía del litoral en la provincia de Granada. A este paso Rajoy superará a aquel peligroso y macabro dictador que fuera conocido como Paco Pantanos por su afán en inaugurar obras. Pero digo que, en esta semana, ha habido momentos para congraciarse con quienes hacen de la política un serio y profundo modo de servir a lo público, tener ideas claras y saber expresarlas con nitidez, tal cual tuve la oportunidad de escuchar en la cadena SER, en el imprescindible «Ser Andaluces» que dirige con maestría el periodista Pérez Mongió, al alcalde de Málaga, el centrista Francisco de la Torre, y al todo terreno presidente de los empresarios andaluces, Javier González de Lara. El primero, desde su conocida y batalladora lucha en favor del municipalismo y el segundo con su amplitud de miras que abarca a toda Andalucía, defendiendo con pasión dónde estamos, de dónde venimos (pobreza, miseria, analfabetos, sin carreteras, etc.) y lo que Andalucía está dispuesta a alcanzar. Ambos dos hicieron una defensa de la Andalucía global, sin reinos de Taifas y con capacidad para dar respuesta a los retos que están por venir.

Semana, pues, para reconciliarse y llenar los pulmones de aire fresco, gracias a viejos-jóvenes rockeros, capaces de generar esperanza y abrir horizontes. Que así sea.