Vidal Setién es un hombre ordenado, trabaja en su despacho en penumbra frente al ordenador, es mediodía y Mercantil su fuerte. Nos rodean cuadros de Cabra de Luna y Brinkmann. Abogado, también imparte clases en Derecho y Comercio. Hablamos de Churchill. Tiene un sobrino que con 15 años mide 1.98 y juega en el Unicaja, ¿cómo se verá desde lo alto Celtiberia Show, que diría Luis Carandell? Igual de corrompida que a ras de suelo. Por cierto, nada se ha sabido de ese empresario marbellí que se hacía acompañar por dos escoltas y al que seguían unos sicarios bajados de Madrid para darle de baja, ¿por qué? Estas cosas no las comento con José Antonio Jiménez Quintero, catedrático en el Departamento de Economía y Administración de Empresas y especialista en Inteligencia Económica. Llegó a iniciarse cierta colaboración académica con el CNI pero después se apagó el ardor guerrero, quizá para concentrar los esfuerzos en otros focos menos académicos, la yihad. Se firmó hasta un convenio, ¿quién no firma hoy un convenio?, todo el mundo firma convenios, justifica el sueldo, este es un país de convenios, ni uno sirve para nada pero firmo luego existo. Digo aquello de que prefiero una lucidez triste a una ilusión feliz. Esto es aprovechable para Málaga Valley, Civisur y otras iniciativas de postureo social. Yo creo que para que empiecen a cambiar las cosas hay que distinguir, como hace el politólogo Ivan Krastev, entre «policies» y «politics».

En estas mismas páginas, Javier Gomá, Premio Nacional de Ensayo y director de la Fundación Juan March, se quejaba de que Montaigne excluyera de uno de sus ensayos la amistad perfecta con una mujer, excepto en los casos de motivos económicos, matrimonios de conveniencia o por instinto sexual. El tiempo conspira contra el amor, mientras que en la amistad el tiempo hace que vaya a más, le sigo diciendo a Vidal -primo de Manolo Marmolejo-, que me mira pensativo.

Muy distinto es el caso de Gonzalo Guijarro, que pone en solfa las prácticas administrativas de la Junta en un nuevo relato que da a la luz este profesor de secundaria, jubilado, y que sufrió el aliento invisible pero grueso de los inspectores del entonces Negro en tiempos de Alcaraz. Su crítica implacable de los criterios pedagógicos al uso es demoledora y explica en buena medida las señas de identidad de nuestra juventud. Pues caminaba rápido con él una noche por la Alameda Principal mientas no perdía detalle de la flota de camiones de Limasa que, como si se tratara de la Brunete, habían tomado la calle con sus soldados ocupando los bares y aceras a la espera de no sé qué orden de empezar a trabajar. Me decía Guijarro que el silicio le gana la batalla al carbono. Era a propósito de los robots y de la partida interminable que vienen librando con el hombre. La conversación procedía de otra anterior con el senador Joaquín Ramírez, que también se ha echado a la literatura y ya ha escrito las primeras páginas de una novela costumbrista. Fue premiado por las Cortes por su relato El cielo polaco, una suerte de mix de física cuántica y España cañí. No, si nos pondremos todos a escribir ficción, al fin y al cabo, esta realidad es insoportable. Nunca el poder se entregó tan fácilmente. Gracias, Mariano, por tu impagable trabajo. Advierto cómo hay una facción de la derecha que va a seguir votando a PP, aunque dice que con la nariz tapada, y otra, más arrojada, que no quiere seguir siendo rehén emocional de quienes tantas veces la ha sodomizado, políticamente, claro, desde la ley del aborto, la subida de impuestos, las prisas por liberar asesinos beneficiados de una sentencia europea€ Por eso, porque hay una derecha que muere y otra que sale del cascarón, nos transmiten frío aquellos versos de Constantinos Kavafis, Esperando a los bárbaros; del mismo autor para escapar de las bajas temperaturas elijo otros más íntimos:

Ante nosotros yérguense los días venideros

como fila de cirios encendidos

cirios ardientes, áureos y vivos.

Quedan atrás los días ya pasados,

triste fila de cirios ya apagados.

Los más cercanos aún despiden humo,

cirios fundidos, fríos, y torcidos.

No quiero verlos: me aflige su figura,

me aflige recordar su luz primera.

Veo ante mí mis cirios encendidos.

No quiero volverme por no ver con horror

cómo la fila oscura avanza rápida,

cómo los cirios apagados aumentan tan de prisa.

cima@cimamalaga.com