Cuesta explicarlo pero el problema no radica ahí, sino en que cueste entenderlo. Queriendo o sin querer, sabiéndolo pero sin saber haberlo evitado, el TSJA ha generado inquietud con su respuesta. Porque la pretendida pugna judicial por el caso de los ERE entre dos juezas, María Núñez y Mercedes Alaya, no es lo relevante. Lo grave es que es para muchos la última prueba de una España con sus instituciones contaminadas de partidismo. Que de verdad sea así o no se verá, pero ahora lo ocurrido parece más eso que otra cosa.

Alaya ha recibido el último No del TSJA a continuar en comisión de servicio para seguir investigando los ERE. Una vez dividida la macrocausa por su aparente némesis, la juez Núñez ya había recibido el anticipo de esta negativa a su pretensión de «acaparar» -según algunos, qué importancia tienen las palabras que se utilicen- o de hacerse cargo -según otros- de la macrocausa que englobaría los ERE -con su asuntillo de Mercasevilla adosado-, los cursos de Formación y los dineros públicos concedidos por la agencia IDEA. Tras la inesperada división de causas entre Alaya y Núñez, finalmente parece (cuando escribo el CGPJ aún no se ha pronunciado al respecto) que Alaya quedará fuera de la investigación que ella puso en pie y convirtió en un monstruo judicial para aplauso de quienes la consideraron una titán frente al poder corrompido, en este caso el Gobierno andaluz, y para otros una juez de parte contra la legitimidad del mismo. Su valentía ante las presiones y la coincidencia aparentemente intencionada de algunas de sus actuaciones con momentos políticos de relevancia facilitaron ambas posturas. La cuestión es que ahora sus seguidores y sus perseguidores coinciden, eso sí unos con tristeza y otros con alegría, en constatar que «quien mucho abarca poco aprieta».

Lorenzo del Río, el presidente del TSJA, de cuya sala de Gobierno ha salido la negativa a la continuidad de Alaya en el caso de los ERE fraudulentos (financiados extractivamente mediante la famosa partida 31L que tanto juego dio con su sobrenombre de «fondo de reptiles»), declaró sobre la pugna entre las dos juezas que «cuanto antes se solucione el tema mucho mejor, pero no está perjudicando a la instrucción porque se está trabajando y se están tomando muchas decisiones judiciales que, a lo mejor, no salen en la prensa…» y ya opinaba a favor de la decisión de la juez María Núñez de dividir el caso en piezas separadas el pasado mes de julio: «A partir de ahí, creo que se va a agilizar seriamente la instrucción». Aparte de las nuevas «vicisitudes» no explicadas por el TSJA, se podía prever por tanto esta última negativa a Alaya.

No tendrá reparo legal la decisión del alto tribunal andaluz. Pero la ciudadanía que vigile por igual al juez de la Gürtel como a la juez de los ERE, en defensa propia, difícilmente va a entender en un paisaje de contaminación partidista del todo, que Alaya no siga donde estaba.