Un amigo asturiano me sugiere que escriba sobre un comentario del economista Kenneth Rogoff, según quien Francia está perdiendo empuje mientras Alemania lo gana porque Francia tiene un gasto público del 57% del PIB y Alemania lo tiene del 44%. Mi amigo desconfía por sistema de cualquier céntimo de euro gestionado por la cosa pública, desconfianza que es común a casi toda la ciudadanía, lo que no es incompatible con que esta misma ciudadanía reclame al papá Estado (inclúyanse autonomías, municipios e instituciones diversas en el concepto) que le facilite todo lo necesario para transitar por la vida sin preocupaciones económicas ni angustias por el futuro.

Como no entiendo de economía (lo digo en serio) pregunto a un amigo economista lo que piensa del tema. A la que oye el nombre de Rogoff suelta una maldición. «Este tipo es coautor del estudio sobre deuda y recesión en el que se basaron los austericidas para meternos en el fregado que nos ha empobrecido a todos menos a los grandes ejecutivos, y luego ha resultado que el estudio contenía errores aritméticos elementales», clama mi amigo. «Los autores rehicieron el estudio corrigiendo los errores y llegaron a la misma conclusión: a partir de ciertos niveles, la deuda deja de alimentar el crecimiento y provoca el movimiento contrario», replica otro amigo igualmente economista, y que encima fue a la misma universidad que el otro. Añade: «No te dejes comer el coco por ese seguidor de Krugman, a quien no hacen caso en América pero que los europeos nos tragamos como si fuera el oráculo». El aludido replica con otra descalificación: «los neocons solo consideran buenos a los profesores que les dan la razón», afirma. Y yo que pienso: pues los de tu cuerda hacéis lo mismo, pero no se lo digo porque se muere la batería del móvil.

Hay teóricos para todo. Para aplicar austeridad y para multiplicar el gasto. Para encontrar un efecto multiplicador al déficit y para huir de él como de la peste. Para darle más marcha a la máquina de imprimir billetes y para detenerla en seco y subir los tipos. Por lo que me cuentan, siempre ha sido así. Los teóricos elaboran sus teorías y los políticos e ideólogos elevan a la categoría de verdad revelada aquellas teorías y aquellos autores que justifican las políticas que ya habían decidido aplicar o recomendar.

¿Y yo que le digo a mi amigo asturiano? «Cuéntale que el menor gasto público -menos del 13%- lo tienen varias repúblicas subsaharianas, y el mayor, micropaíses al margen, corresponde a Libia», me dice uno (adivinen cuál). «No frivolices las estadísticas», responde el otro. Uf.