Si admiro un semanario como Der Spiegel es por la profundidad de sus investigaciones, en las que no escatima gastos, y sobre todo por el hecho de que no le importe que le tachen de eso que en alemán llaman «Nestbeschmutzer», es decir, literalmente el que «ensucia su propio nido» o lo que aquí llamaríamos «un antiespañol».

Lo ha demostrado una y otra vez a lo largo de su ya larga historia desde la creó Rudolf Augstein en la Alemania ocupada tras la Segunda Guerra Mundial con sus denuncias de diferentes gobiernos o políticos, de las ventas alemanas de armas a países en zonas conflictivas o de la corrupción a todos los niveles.

Su último número, por ejemplo, está dedicado a las fuertes sospechas existentes sobre los amaños y sobornos que con casi total seguridad están tras la concesión a los alemanes del Mundial de Fútbol 2006. En su artículo editorial habla de Alemania como «país de timadores» y se refiere tanto al escándalo de los motores trucados de VW como en los métodos utilizados para conseguir aquel campeonato.

Al semanario no le duelen prendas a la hora de derribar de su pedestal a ídolos de la afición alemana como Franz Beckenbauer, el «káiser», arrojando la sospecha de métodos poco limpios tanto sobre él como sobre altos funcionarios del fútbol alemán, entre ellos el actual presidente de la Federación de ese país y miembro del comité ejecutivo de la Fifa, Wolfgang Niersbach.

Que la Fifa es un nido de corrupción no constituye ninguna novedad, pero hasta ahora se había culpado sobre todo a figuras de otros continentes. Sin embargo, donde hay sobornados, tiene que haber sobornadores, y nadie en Europa, tampoco los alemanes, pueden arrojar la primera piedra.

Sin el recurso al dinero y a sucios trucos, Alemania tal vez no hubiese triunfado sobre el otro favorito a organizar el mundial, Suráfrica. Los alemanes no pueden dar lecciones de ética a nadie. No son ni mejores ni peores, sobre todo cuando se trata de un deporte tan corrupto como es el fútbol, ese nuevo opio de las masas.

El reportaje de más de diez páginas que dedica Der Spiegel a contar con todo lujo de detalles los métodos de que se valió el comité que presentó la candidatura del país para lograr su propósito se lee como una novela policiaca y su contenido es demasiado complejo como para resumirlo en una columna.

En él aparecen no sólo personajes como los citados, sino también otros reclutados de una forma u otra por Beckenbauer, entre ellos algunos ya fallecidos como los expresidentes de Adidas Horst Dassler y Robert Louis-Dreyfus, el magnate de la televisión privada Leo Kirch, el exmadridista Günter Netzer o el miembro qatarí del comité ejecutivo Mohamed Bin Hamman.

El núcleo del «affaire» que ahora se investiga es el préstamo de 10,3 millones de francos suizos concedido por el mientras tanto fallecido Robert Louis-Dreyfus al comité de la candidatura alemana y que podría remontarse a la primavera de 2000, cuando parecía que Alemania tal vez no obtuviese los votos necesarios.

El francés Louis-Dreyfus no fue nunca un personaje limpio, incluso había sido condenado por pagos ilegales en el traspaso de jugadores en su etapa de propietario del Olympique Marseille, antes de llegar a la cabeza de Adidas, con la que consiguió un suculento contrato para el equipamiento del Bayern presidido por Beckenbauer pese a que su rival, Nike, había ofrecido más.

Según lo que ahora se investiga, con ayuda de aquel jugoso préstamo, los responsables de la candidatura alemana se dedicaron supuestamente a comprar los votos necesarios para deshacer el que parecía iba a ser un empate con Suráfrica, sobornando a varios de los representantes asiáticos en el comité ejecutivo.

Aunque Beckenbauer y otros responsables de la candidatura alemana lo niegan, hay, según Der Spiegel, indicios de que los más de diez millones de francos suizos terminaron en los bolsillos de individuos cuyos votos podían resultar decisivos.

Por ejemplo, el jeque qatarí Bin Hamman escribió un mensaje por correo electrónico a Beckenbauer en el que a la vez que le solicitaba el apoyo a la candidatura de su país en 2022 le recordaba que había «ayudado» a «asegurar los votos asiáticos que necesitaba Alemania».

Entre esos votos estaban los del tailandés Worawi Makudi, declarado ahora culpable de manipulación de votaciones y suspendido por el comité de ética de la Fifa al igual que otro asiático, el surcoreano Chung Mong-joon.

El problema con el préstamo concedido por Louis-Dreyfus, que sirvió supuestamente para comprar voluntades se complicó cuando el prestamista y dueño de Adidas reclamó su devolución urgente y la federación alemana comprobó que ese dinero no aparecía en el presupuesto del comité de candidatura ni tampoco en el del comité organizador.

¿Cómo devolver entonces un dinero que oficialmente no existía? El exmadridista Netzer, que conocía bien a Louis-Dreyfus, intentó junto a otros que éste renunciara a recuperarlo, pero obtuvieron una respuesta negativa. Entonces se ideó la forma de devolver el préstamo sin llamar la atención.

El comité alemán contribuiría con unos siete millones de euros al «programa cultural» de la Fifa, que incluía una gran gala organizada por el hombre austriaco del espectáculo André Heller en el estadio olímpico berlinés la víspera de la inauguración del Mundial en Múnich con estrellas musicales como Peter Gabriel o Brian Eno, y para la que la Fifa había presupuestado 22 millones de euros.

Se trataba claramente, según Der Spiegel, de una operación de blanqueo de dinero, porque un fax enviado desde la sede zuriquesa de la Fifa donde aparecen las palabras «programa cultural» y una nota que habla de «honorario para RLD» (es decir, el presidente de Adidas), iba unido a otro papel en el que se especificaba que ese dinero se transfería sólo «pro forma» a la cuenta del BNP Paribas en Ginebra, de donde debía salir inmediatamente a otra en su filial zuriquesa correspondiente a RDL.

¡Para que luego digan que la corrupción existe en Brasil, Venezuela o Nigeria!