De proyectos locos está Málaga llena. El barrio de las artes y la cultura con menos ambiente que un velatorio, una terminal internacional en el aeropuerto que rivaliza en espectacularidad con las cataratas del Iguazú -por las goteras, ya saben-, una noria radiante y luminosa que deslumbra a los turistas y los vecinos de los bloques de enfrente… Otros se quedaron en amagos, como el Museo de las Gemas, que primero sí, y después que no, y al final, Polo Digital que aún está por ver. O el Auditorio Municipal en el puerto, que me da a mí que para este año tampoco va a estar. El metro, poquito a poco, y con el acostumbrado retraso de la obra pública de nuestro país, va para delante volviendo a mucha gente loca con los cambios de tráfico en las calles. Es el pequeño precio que hay que pagar si queremos, allá por el verano de ¿2018? ir desde el Vialia hasta el Civil montados en el metro. Imagino que afectado por la locura de tanta obra y tanta reunión por y para el metro de Málaga, mi compañero Miguel Ferrary soñó hace ya tiempo con una calle Victoria peatonal. Otra locura de proyecto a la que también asociaciones vecinales y técnicos municipales le dieron una vueltecita. Y puestos a dar vueltecitas, y por aportar mi granito de arena a este brainstorming de proyectos disparatados, ya estoy yo sugiriendo una rotonda para la calle Larios. El pasado domingo, después de la Carrera de El Corte Inglés, y pasadas las once de la mañana, coincidimos en la céntrica calle malagueña una sudorosa marea amarilla, otra marea, menos sudorosa, de turistas y cruceristas que captan con sus móviles y cámaras la magia del momento, y la marea cofrade, engominada, enchaquetada y enmantillada siguiendo a un trono que al girar por la calle Liborio García, creánselo, no puso ni intermitente ni nada. Fue entonces cuando se me encendió la bombilla. Imaginen conmigo varios carriles peatonales hasta la reonda frente a Casa Mira. Turistas ordenados por el centro. Compradores pegados a los escaparates cediendo el paso. Un carril VAO para los cofrades, que siempre llevan mucha parafernalia camino del triduo, el besamano o la ofrenda de turno. Y un carril de velocidad preferente para quienes no tenemos otro destino que la casa. Puede que sea una locura, o puede que fueran las cuatro cervezas que me había bebido cuando me llegó ese chispazo, pero bueno, por soñar que no quede.