Joan Plaza ha dejado claro en estos años en Málaga que en su filosofía de baloncesto el equipo está por encima de cualquier individualidad, que es más de formar su equipo con hombres y no con nombres. En estas temporadas su equipo ha llamado la atención en Europa por un juego coral en el que el derroche de energía de sus jugadores era un aspecto básico. Nadie destacaba a ningún jugador pero todos hablaban con respeto del juego de Unicaja.

Esta temporada que acaba de comenzar esa filosofía de juego se mantiene y se ha formado un equipo con jugadores más físicos que en temporadas anteriores. Se ha contratado a jugadores con hambre por crecer y hacerse un nombre en Europa. Nada de estrellas porque ni el presupuesto de Unicaja puede competir con los grandes clubes europeos ni el entrenador cree en exceso en fichar esas estrellas.

Pero este curso todo parece indicar que va a ser el año de Kuzminskas. «Kuza» (como le llaman en el vestuario) es un chico que parece tímido, callado pero muy educado, que parece que nunca ha roto un plato. En su primer año aquí parece que acusó el hecho de salir por primera vez de su país. Debía adaptarse a una nueva ciudad con costumbres de vida muy diferentes a las suyas y a una nueva liga mucho más exigente que la competición lituana. Venir junto a su entrenador de la temporada anterior en Kaunas era un punto positivo para esa adaptación, pero su personalidad necesitaba tiempo para mostrar su mejor versión en la cancha.

Siempre se mostró como un jugador con un potencial tremendo (quizás ni el mismo era consciente de ello), capaz de hacer cosas increíbles en unos minutos y pasar inadvertido en muchos otros. O incluso estar más tiempo en el banquillo que en la cancha.

Un jugador con más de dos metros capaz de tirar de tres puntos, jugar 1x1, correr el contraataque como un pequeño, postear o rebotear en ataque. Pero sobre todo con esa capacidad de hacer con facilidad acciones que para otros es muy difícil o simplemente imposible. Su punto débil era su nivel defensivo y esa irregularidad de la que os hablaba. Pero nadie podía negar que este chico con esas condiciones para jugar a nuestro deporte debía explotar más pronto que tarde.

Ahora «Kuza» está en el momento más maduro de su carrera. Está en plena explosión de su mejor versión como demostró el pasado jueves marcándose otro partidazo (23 puntos en 21 minutos) en Tel Aviv, rubricado con un triple a ocho metros en los minutos finales del partido matando las posibilidades de ganar que pudiera tener Maccabi.

Kuzminskas es quizás el único jugador del Unicaja que podría formar parte de la plantilla de Madrid, Barcelona, Olympiacos, CSKA o Fenerbahce. Es un jugador top en Europa y tenemos la suerte de disfrutar de su juego todas las semanas defendiendo la camiseta de nuestro equipo. Él es uno de esos jugadores que sólo por ver lo que puede ser capaz de hacer en una cancha de baloncesto merece la pena pagar una entrada.

Por esa personalidad de la que hablábamos antes, dudo que «Kuza» pueda ser el líder de Unicaja en el vestuario. Pero dentro de la cancha debe ser el referente del juego del equipo. En la pista está claro que es el mejor.

El próximo verano acaba contrato y creo que el lituano va a ser observado y seguido por los general manager de los equipos más potentes de Europa y por los ojeadores de todos los equipos de la NBA. Seguro que elUnicaja intentará renovar al alza su contrato. Cada día que pase para esa renovación será más difícil lograrla porque Kuzminskas ha logrado encontrar esa regularidad que necesitaba y sus grandes actuaciones van a ser algo habitual partido tras partido.

Esperemos que logren convencerlo y que se quede. Pero creo que «Kuza» va a tener la posibilidad de jugar en el equipo que le dé la gana la próxima temporada, en Europa o en Estados Unidos. Él podrá elegir la mejor opción deportiva y económica de las ofertas que tendrá en la mesa de su representante.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, así que podemos soñar con que elija seguir en Málaga. Pero, por si no fuera así, disfrutemos esta temporada de ver en el Carpena a un jugador diferente, una de las nuevas estrellas del baloncesto europeo.