En Catalunya hay un anuncio de independencia que de momento es simple expresión de voluntad, pues hasta ahora no hay nada en el plano legal, todo es salivilla, amenaza de palabra, y se hace justamente así para que el Gobierno no tenga cuerpo legal al que hincar el diente. Tampoco hay acciones de «desobediencia civil», salvo el conato de la consulta de hace casi un año (el 9-N), sobre cuya entidad penal escudriñan los jueces. Pongo entre comillas «desobediencia civil» porque la que se amaga no sería de la sociedad civil, sino de las instituciones. Ahora bien, toda esa «movida» debe ser enmarcada en un momento de la cultura en la que lo virtual es tan real como lo real. Rajoy, como buen registrador de la Propiedad, sólo cree en los papeles debidamente inscritos, y no en lo virtual. Esa fe de Rajoy en el papel podría perdernos, porque la realidad ya no cuenta (ni se cuenta) sólo en papel.