Morir por la Libertad, por Jesús Sánchez-Ajofrín

De una vez para siempre, apelemos a la cordura más elemental del ser humano. Desde el pensamiento más profundo del hombre corriente, ubicado en esa parte de la humildad (algo infravalorada por cierto), rogamos a los responsables políticos el cese de hostilidades inservibles e inertes con las que nos contaminan a diario. Corran un tupido velo, y olvídense de la corrupción y el ansia de poder; que van en sentido opuesto al compromiso que ustedes deben a la libertad del pueblo. Sí. A esa libertad por la que tantos años luchó el Premio Nobel de la Paz Nelson Mandela. Por esa libertad sí que merece la pena luchar y morir.

Regalo a una niña, por María Faes Risco

No es el argumento de una película medieval. Acaba de ocurrir de verdad, a una niña de carne y hueso, en Madrid. Hha recibido, como regalo por su décimo cumpleaños, la máxima distinción que otorga la monarquía: el Toisón de Oro. Esta Orden, fundada en el siglo XV por Felipe III de Borgoña, expresa a maravilla el poder sobre la gente, acudiendo a la leyenda de los pastores de Georgia que despellejaban literalmente a sus ovejas y además se enriquecían también con esas pieles de oveja, que recogían las pepitas de oro que había en los ríos auríferos de su región. El mérito de la niña para recibir esa distinción que pone de manifiesto su futura profesión es indudable: es hija del rey. No importa que un día sea hereje, porque esa condición para recibir el Toisón ha sido ya retirada, después de darla al vencedor de Napoleón, Wellington. Sí, en cambio, y es una lástima, permanece la de que no pueda presidir la Orden, por ser mujer.