Confieso tal hartazgo en el llamado proces català que cambio el dial de la radio, me sumerjo en el deporte en programas televisivos y me salto las páginas donde, una y otra vez, me restriegan que Cataluña solo hay una y hay que salvarla, con independencia o sin independencia. Estoy de Artur Mas hasta el forro de los mismísimos, por su miseria e indignidad, mendigando a la CUP, el grupo anticapitalista y de izquierda radical, un lugar al sol para que lo alcen a los altares de la presidencia de la Generalitat. Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), el partido de la derecha burguesa catalana, comiendo y bebiendo en los manantiales de una izquierda revolucionaria que se esconde bajo el manto profesoral de su líder Antonio Barrios. Ver para creer.

Y confieso que no salgo de mi asombro cuando veo al presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy, que durante cuatro años ha estado tocando la mandolina e incapaz de convocar a La Moncloa a partidos, empresarios y sindicatos y ahora, en apenas 15 días, pretende hacerles partícipes de no se sabe qué plan tiene, porque ni lo ha dicho, ni creo que tenga un as en la bocamanga, salvo el consabido soniquete de respeto a la Constitución. Y la pena es que los partidos, sobre todo los que se dicen ser de izquierdas, se presten al paripé de la foto electoral de Mariano Rajoy.

Y confieso que me da pena estar enredados en la mafiosa trampa de convertir a Cataluña en el centro de una campaña como si no hubiera otros asuntos de los que hablar. Desconozco qué será de Cataluña y de los catalanes en un cercano horizonte, pero sí tengo una cosa clara: Hay vida por delante y habrá que construirla con unas bases distintas de las que hasta ahora no hemos tenido. Porque ¿qué es lo que preocupa a los ciudadanos de a pie? Y si hago caso de las encuestas de opinión son estas: el paro, la corrupción, los recortes sociales, y la degradación de servicios sociales y básicos como la sanidad y la educación, sin olvidar el preocupante uso que de la caja de las pensiones está haciendo este Gobierno, con Rajoy que a la vista del creciente paro en España, la no recuperación de la economía, argumentos electorales que no se sostienen, lo vemos envuelto en la bandera de España frente a la estelada catalana. Hay que decirlo muy alto: Rajoy y Artur Mas están amortizados. ¿Lo estará también Cataluña, con cerca de un sesenta por ciento de sus ciudadanos que no quieren la independencia? Habrá nuevas elecciones.

Quien sí está haciendo sus deberes es la Junta de Andalucía que, con el apoyo de Ciudadanos, ha sacado adelante el presupuesto para el año 2016. Hace meses, cuando incluso la investidura de Susana Díaz estaba en el alero, era impensable que pudiera suceder. La cocina ha funcionado y tanto María Jesús Montero, la consejera de Hacienda, como el líder de Ciudadanos, Juan Marín, han sabido estar a la altura de que lo que era posible, aunque no fuera lo deseable. Marín, en el fondo y la forma, sabe usar de un tono vintage que le está dando réditos y la consejera, con muchas tablas y oficio, se ha mostrado como sólida parlamentaria, no exenta de ese toque de suficiencia y reivindicativo de quien sabe dominar el terreno que pisa.

Y hay vida después de la sentencia del Tribunal Supremo que anula el plan de ordenación urbana de Marbella, aunque ayer mismo, en reunión con algunos empresarios del sector, me trasladaran cierto nerviosismo y estar a la espera de los pasos a dar por el Ayuntamiento de Marbella, con el alcalde el socialista José Bernal, rápido de reflejos, ofreciendo garantías jurídicas a los inversores. Quizás sea el momento de revisar el plan, una vez más, teniendo en cuenta factores no suficientemente tenidos en cuenta hasta ahora: aplicación de normas medioambientales para una construcción sostenible y respetuosa con la historia de esta ciudad, valedora de un turismo de calidad, entre los mejores del mundo. Un PGOU para tapar tantas irregularidades, en especial durante el gilismo, con tantas viviendas ilegales no podía terminar de otra manera. De Gabinete de Crisis a Gabinete Jurídico; es lo suyo. Las trapisondas y burradas de Jesús Gil y de su pléyade de ladrones no terminarán de pagarse hasta el Día del Juicio Final. Lo malo es que muchos promotores inmobiliarios que ahora se rasgan las vestiduras rindieron pleitesía y se pusieron de rodillas, engordando su cartera, ante impresentable alcalde de Marbella.

Y hay futuro cuando me solazo con noticias de calado y buenas para nuestra tierra, como esta: liderar el comercio del aceite a nivel mundial. Llevo como veintitantos años tras los precavidos y silenciosos pasos de un ingeniero agrónomo que obedece al nombre de Antonio Luque y que conocí en tiempos de la histórica Caja Rural de Málaga. Con José Moreno y Francisco Mora, máximos dirigentes de la cooperativa Dcoop, Luque ha conseguido uno de sus sueños: liderar el mercado mundial del aceite. Y lo han conseguido al cerrar un acuerdo con Pompeian en los Estados Unidos. Así se construye Andalucía.