La niña muere, los ancianos mueren y es fácil estar harto de que se tomen las decisiones adecuadas sobre sus cadáveres. En Cataluña se revisa la legalidad que permitía encamar a ancianos impedidos en los sótanos de las residencias. En Andalucía el consejero de Salud, Aquilino Alonso, ha confirmado que a partir del 1 de enero (no entiendo por qué no a partir de ya) se vacunará a las embarazadas de la tos ferina, como se viene haciendo en otras siete comunidades autónomas. Aunque en este follón llamado España hay 17 comunidades, por lo tanto todavía otro bebé podría morir de tos ferina en alguna de las nueve restantes.

Y ahora qué. La irresponsabilidad de los responsables de ordenar urbanísticamente miles de viviendas ilegales en Marbella (la herencia envenenada de Gil y su política de hechos consumados que nadie evitó durante años y años) se ha topado con tres sentencias del Supremo. El PGOU de 2010 no ha colado -como muchos denunciamos que podría pasar con esa legalización mediante dudosas compensaciones de más de 16.000 construcciones ilegales-. Pero ese Plan General de Ordenación Urbana que la Junta encargó al arquitecto Fustegueras se lleva aplicando desde hace más de cuatro años. Y ahora qué. Parece razonable apelar a la serenidad de las partes y a la unión de las instituciones para encajar el golpe a la seguridad jurídica para invertir en esa joya de la Costa del Sol. Lo que no es razonable es disparar contra la Justicia, como muchos hicieron contra el juez Torres, aquel joven magistrado en comisión de servicio que se enfrentó a la gota malaya que, con los años y una obscena impunidad, se había convertido en río de hormigón inundando el suelo público de Marbella y desordenando su futuro, el que toca ahora ordenar de nuevo.

Tu espalda y la mía. Responsables de instituciones que se dan la espalda tras saludarse protocolariamente en vez de aprovechar la distensión que propicia una entrega nacional de premios de Innovación y Diseño, como el que tuvo lugar este jueves en Málaga con la presencia de los Reyes, para charlar e ir de sus corazones a nuestros asuntos. No pude obviar la situación mientras duró, ante la escalinata de entrada del Teatro Cervantes. El alcalde De la Torre, de traje y corbata, improvisadamente reunido con otros responsables del PP, espalda con espalda con la presidenta de la Junta de Andalucía, refulgiendo con chaqueta blanquísima y pantalón negro, reunida también en la calle con otros responsables del PSOE. El partido una tribu, un refugio, la única patria, aunque Rilke se empeñase en que «la verdadera patria del hombre es la infancia». La institución, un ariete del partido… Y el CIS un respiro.

La última «Mª Luisa»

El último barómetro (o la última «María Luisa», como divertidamente ironizaba José María de Loma sobre la idoneidad de llamar «barómetro» a la encuesta del CIS en su Palique del periódico de ayer) confirma la resistencia del «bipartidismo», repiten los ecos mediáticos por diestra y siniestra. Qué nos gusta un marco. Más que el lienzo. Pero sólo cambiando el marco (Lakoff dixit), incluso despojando al cuadro de la limitación a la que el marco obliga, podremos mirar sin anteojeras la realidad. El PP sigue ganando en la última encuesta en estimación de voto, con un 29,1%, y se separa respecto al anterior sondeo aún más del PSOE, con un 25,3%. Pero ahí está el PP, 13 puntos abajo desde las anteriores elecciones. Peor el PSOE. Porque entre Ciudadanos y Podemos, al margen de que el primero ande alimentándose ahora del voto del otro, suman al menos un 25% que ya parece inamovible. Y todo apunta a que desde ahí esa suma sólo podría crecer (a pesar de los errores propios, sobre todo en el caso de Podemos). Como los partidos nacionalistas no han perdido representatividad, desgraciadamente, parece claro que ese mordisco casi de la noche a la mañana lo han sufrido los representantes del llamado bipartidismo, un PP y un PSOE desacreditados ante quienes votan por la regeneración de un sistema invadido de partidismo, que no de Estado.

Volkswagen Rossi. Pero no todos los responsables irresponsables lo son de instituciones o de la política. El empeño, por ejemplo, en el mundo del motor en dosificarnos con cuentagotas el gran fraude de Volkswagen. O el de hacernos creer que no fue una patada la patada a Marc Márquez de Valentino Rossi en la carrera malaya (también malaya porque fue en Sepang, Malasia), o que nadie diga que le pudo lesionar o algo peor por su caída de la moto a esa velocidad. Semejante irresponsabilidad, la de hacernos creer que no ocurrió lo que ocurrió y que por eso apenas se sancionó, basada en los intereses económicos de algunos, establecen precedentes de impunidad que alientan el todo vale para ganar, aunque sea indigna esa victoria y la trampa sea siempre el recurso del perdedor. O eso creemos todavía algunos… Porque hoy es sábado.