Ana María Márquez falleció tras recibir 131 puñaladas y padecer un sufrimiento «casi inhumano». Así definieron ayer su muerte los forenses que declararon en el juicio contra su presunto asesino. El crimen ocurrió en Torrox el 8 de agosto de 2014. Ese año murieron 51 mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Este año ya van 45. Las administraciones y las fuerzas de seguridad hace tiempo que trabajan para que la muerte de una mujer deje de protagonizar titulares. Hay instrumentos como las órdenes de alejamiento o los dispositivos electrónicos con los que se intenta proteger a las víctimas.

Pero todos los implicados en esta lucha saben que hay que ir a la raíz del problema. La educación y la concienciación son básicas y es ahí donde más trabajo queda por hacer. Así lo demuestran datos como los aportados por un estudio realizado por el Ayuntamiento de Málaga que indica, por ejemplo, que sólo el 52% de los hombres intervendría si fuera testigo de un caso de violencia de género. O que el 69% dicen conocer algún caso de denuncia falsa y creen que «es muy común que las mujeres hagan esto». Además, la violencia de género continúa siendo un tema tabú en la calle del que cuesta hablar, como cuando se pensaba que era una cuestión «doméstica». Sin embargo, es todo lo contrario, afecta a la sociedad al completo y somos todos los que debemos sentirnos implicados y afectados por este drama.

Trabajar en la educación es la principal arma y, aunque ya se está haciendo, es obvio que hay que profundizar aún más para evitar que los jóvenes, ellos e incluso ellas, continúen con actitudes y pensamientos machistas que están en el origen de la violencia de género. Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la violencia de género, hablaba ayer en este periódico del fenómeno del «postmachismo» y pedía más campañas contra la violencia de género como se hace con las de tráfico. Educar es la mejor manera de prevenir y en ello debemos poner todo el empeño la sociedad entera para que ni una mujer más figure en la lista más negra.