Málaga es una provincia emprendedora en la que, sin embargo, cuesta horrores que un pequeño negocio, por brillantes que sean sus planteamientos y el talento de sus promotores, dé el salto para convertirse en una compañía que genere centenares de empleos. No es sólo un problema de Málaga sino que afecta de forma casi atávica a toda la economía española. Nunca se ha sabido dar con la tecla para importar con éxito ese modelo anglosajón del que las grandes firmas brotan como setas. El estudio publicado el pasado lunes por Analistas Económicos de Andalucía (AEA) radiografiaba de forma precisa la realidad del empresariado malagueño: muy bullicioso, pero de escasa planta. Málaga lidera la densidad empresarial en Andalucía con una tasa de 66,6 empresas por cada mil habitantes, un dato que la coloca casi once puntos por encima de la media andaluza (55,8) y casi a la par de la media nacional (66,7). No obstante, y para no llamarnos a engaño, siguen siendo pocas.

Resulta además bastante descorazonador que el 97% de las más de 107.000 sociedades que se contabilizan en Málaga sean micropymes que no superan los diez trabajadores. Y no porque los pequeños negocios no sean un verdadero tesoro para nuestra economía (que lo son), sino porque para rebajar ese tasa de paro del 30% que todavía azota a Málaga se necesitan más negocios y, sobre todo, de mayor dimensión. No es un problema de talento. Aquí lo hay a raudales. Pero sí urge un cambio de mentalidad. En primer lugar para desterrar definitivamente eso que se conoce como el miedo al fracaso. En Estados Unidos, el empresario que triunfa suele haberse pegado previamente unos cuantos trompazos con negocios que no prosperaron. Eso que en España supondría un estigma social allí no penaliza porque es visto como parte del aprendizaje: existe siempre una nueva oportunidad para aquel que tiene una buena idea de negocio. Luego está el tema de las oportunidades y del acceso al crédito. Es muy difícil para una pyme financiarse y crecer en un sistema sustentado casi en exclusiva en el crédito bancario. Hace falta una red de inversores privados (business angels, capital semilla y demás) mucho más nutrida que complemente a estos anquilosados canales. De lo contrario, seguiremos siendo tierra casi exclusiva de micropymes, muy valiosas pero limitadas en un mundo dominado por los gigantes.