Según los hombres del tiempo del fútbol, esta Liga iba a ser un paseo campestre para el Real Madrid, sobre todo después de que el Barça perdiera a Messi y, con él, el alma, corazón y vida de un equipo acostumbrado a vivir del sublime juego del 10 argentino. Pero resulta que tras la fea derrota en Sevilla y el estupendo partido del Barça ante el Villarreal, parece que la primavera ha volado a Barcelona mientras en Madrid se instala el invierno del descontento. El fútbol, como el tiempo, es en verdad caótico, así que ni el fútbol ni el tiempo son totalmente predecibles, pero tampoco totalmente aleatorios. Ni el fútbol ni el tiempo son predecibles a largo plazo, así que es mejor que los hombres del tiempo del fútbol aprendan de los meteorólogos y se limiten a hacer predicciones con unos límites temporales razonables. No sé cuáles son esos límites en el caso de las predicciones meteorológicas (¿veinte días?), ni estoy seguro de cuál es el límite de las predicciones futbolísticas (¿una semana?). En el colegio Hogwarts donde estudiaba Harry Potter se enseñaba la Adivinación como asignatura. No todos los alumnos de Hogwarts se tomaban en serio una materia que, entre otras cosas, pretendía enseñar a predecir el futuro, pero estoy seguro de que la profesora de Adivinación de Hogwarts habría fracasado en predecir el hundimiento del Madrid en la segunda parte frente al Sevilla y los buenos resultados (acompañados a veces de buen juego) del Barça sin Messi. Y es que una cosa es predecir si la semana que viene lloverá o lucirá el sol, otra muy diferente adivinar el futuro, y otra completamente distinta hacer pronósticos futbolísticos con más de una semana de antelación. El fútbol es incompatible con los mapas del tiempo porque no hay manera de saber cuándo se aproxima una borrasca que hará que caigan truenos y centellas sobre Valencia o cuándo saldrá el sol en Éibar. Decía Leonardo da Vinci que si dudamos de cada cosa que pasa por los sentidos, cuánto más deberíamos dudar de las cosas rebeldes a esos sentidos, como la esencia de Dios, el alma o, podríamos añadir, el fútbol. ¿Hay algo más rebelde a los sentidos que el fútbol? ¿Qué decían los sentidos cuando faltaba un minuto para que finalizara el partido Atlético de Madrid-Sporting? ¿Qué decían los sentidos cuando a la lesión de Messi en el Barça le siguió el adiós de Rafinha, el hasta luego de Iniesta y el chao de Rakitic? ¿Por qué ahora resulta que muchos dicen que Ronaldo está acabado cuando todas las predicciones meteorológicas apuntaban a que el futbolista portugués podría hacer una temporada extraordinaria? El fútbol es rebelde a los sentidos y a los mapas. Donde hay ruidosas discusiones, decía también Da Vinci, no hay verdadera ciencia. No me imagino ruidosas discusiones entre meteorólogos, pero sí puedo imaginarme ruidosas discusiones en las aulas de Hogwarts donde se impartía Adivinación y sé de primera mano que en los bares futboleros se discute ruidosamente de fútbol sin que el ruido sirva jamás para llegar a un acuerdo. No hay ciencia en el fútbol. Si en la próxima jornada de Liga el Madrid gana al Barça, habrá que dibujar nuevos mapas del tiempo y alguno se agarrará a la Adivinación para mantener la esperanza. ¿Dije antes que el límite de las predicciones futbolísticas es una semana? Qué tontería. Digamos un día. Una hora. Un segundo. Como mucho, un telediario. Un meteorólogo en el fútbol tiene tan poco sentido como una profesora de Adivinación en el Instituto Nacional de Meteorología.