La espiral del terror, por Martín Sagrera

En Francia tuve mis primeros amores, me liberé de una secta destructiva y recibí mis principales títulos universitarios. Soy, pues, un «afrancesado», es decir, un europeizado. Y, como los asistentes al Estadio de Francia, canté emocionado La Marsellesa el 13N. Pero después recordé también a la «diosa Razón» y, la «Libertad, Igualdad, Fraternidad», que temperaron las pasiones avivadas por esa marcha guerrera.

No existe un acto gratuito, ni una maldad absoluta. La verdad no habita en una sola casa. La Marsellesa se escribió para luchar contra quienes invadían Francia, lo que difícilmente se puede atribuir a un puñado de terroristas. Es verdad que mataron a más de cien personas, pero en Siria han muerto más de 300.000 mil, más de dos mil veces más, en parte con armas y apoyos franceses y de sus aliados.

«La primera víctima de una guerra es la verdad». Y esta guerra empezó, como sabemos, hace más de cinco años, y no sólo en Siria. Y las medidas extremas propuestas por el presidente francés, y tan criticadas con razón en la misma Francia, intentan recortar más derechos y libertades incluso en su país de lo que podrían conseguir sus enemigos que, como en EEUU y otros países tras el 11S, pueden reclamar haber conseguido así una gran victoria. La espiral del terror no hace sino hacer un mundo cada vez más inhabitable.