Uno no puede ser un afamado columnista si no escribe alguna vez eso de «París siempre será París». Pero eso hay que escribirlo después de venir de esa ciudad, nuestra Meca, con el hedonismo en el hatillo, el corazón confortado y la rememoranza de una noche canalla en Pigalle. O no nos pongamos exquisitos: con el recuerdo de un azaroso finde en el Eurodisney con los chaveas.

París siempre será París: «Las agencias de viaje saldan sin cancelaciones la primera ola de la resaca de los atentados», dice el titular de la noticia. No se arredra ni Cristo. La seducción de la ciudad sigue siendo a prueba de bombas. Nunca mejor (y tristemente) dicho. No se están cancelando los viajes programados a París. El miedo al miedo se ha quedado en otro sitio y quien tenía previsto un desplazamiento a la capital gala no ha acudido a la agencia de viaje. Si acaso, lo habrá hecho para ampliar el número de días. Quién pudiera pisar la ribera del Sena ahora, tranquilo, claro. Tomar un cafetito, o tres si son pequeños, viendo atardecer mientras se hacen perezosos planes para cenar buey al estilo de Borgoña con un buen vino o para acudir a un musical. O sea, para ejercitar el músculo del disfrutar de la vida placentera, cotidiana y libre con la que quieren acabar los fanáticos.

El sector turístico cree que, no obstante, el efecto cero del puñetero terrorismo en los viajes habrá de evaluarse por completo en los próximos días. Aún es pronto. Nunca es tarde para ir a París. «La gente ha aprendido que la incertidumbre es connatural al siglo XXI». La frase no es de un filósofo, analista político o tertuliano solemne. Cargada de razón, es de un empresario del sector que recuerda en declaraciones a este periódico que ningún destino está libre de sufrir vaivenes. Viajar es un placer y la peña aprende que entre los riesgos de la contemporaneidad está poder sufrir un atentado. De algo hay que morir, se dirá más de uno. Sobre todo viendo morir a tanta gente cercana a lo largo de la propia existencia, la mayoría de ellos sin cumplir el sueño de ir (de nuevo) a París.

La ciudad es la capital global del turismo. También estos días, de la desgracia. La Organización Mundial del Turismo señala que la industria sigue creciendo pese a que el mundo se haga más incómodo y belicoso. París siempre será París por mucho que algunos quieran convertirlo en un infierno. Hagan planes, señores.