El buen socialista para el siglo XXI es quien «abraza y defiende sus ideales no sólo por sentimiento y espíritu de protesta contra las injusticias sociales, sino por reflexión y convencimiento profundo». Lo es también quien «comprende que la gran transformación social a que aspira no puede realizarse súbitamente, por un golpe de mano, sino por etapas, por evolución progresiva».

El buen socialista «no es infalible, se equivoca como todos…pero reconoce su error y lo rectifica sin sufrir mortificación alguna en su amor propi». Tiene también 2noción exacta del cumplimiento del deber en el Partido, Sindicato, taller, obra y oficina». El buen socialista «respeta y admira a los correligionarios que, por sus condiciones excepcionales, se distinguen en la defensa de los intereses de la clase obrera, pero no se suma a ninguna bandería ni hipoteca su opinión, sino que examina, analiza los problemas y resuelve con absoluta independencia de criterio». El buen socialista «no es un fanático que se aferra al todo o nada; tiene flexibilidad mental y de espíritu, siempre en favor de los trabajadores y de su país, sin claudicar por ello de los principios socialistas» y «es respetuoso y tolerante con el criterio ajeno». El buen socialista «no es vengativo, sino justiciero».

El buen socialista «no habla, ni escribe, para halagar a la clase obrera, sino para convencerla, exponiéndole la verdad, aunque no le guste».

El buen socialista sabe que el socialismo es el único sistema «llamado a realizar la transformación del régimen capitalista en otro de verdadera democracia económico-social y que sin esta no es posible la democracia política».

El buen socialista «no defiende sus ideas a base de injurias, calumnias ni ofensas personales contra el adversario», «no es versátil sino consecuente», «es amante de la verdad y jamás la desfigura para ocultar sus errores; los reconoce, los declara y los rectifica».

El buen socialista, además, «es enemigo de la chismografía política, de las intrigas y de la política de campanario», y «prefiere la lealtad, la discusión pública y cordial».

El buen socialista «no se envanece con los cargos que desempeña, por muy elevados que sean, ni menosprecia al compañero modesto; al contrario, lo aprecia y respeta».

Finalmente, el buen socialista «observa en todo momento una conducta moral en su vida privada o pública en armonía con las ideas que profesa y da prestigio a su persona y su partido”.

Los clásicos carecen de fecha de caducidad. El buen socialista antequerano Antonio García Duarte respondía a las cartas siempre a mano y con una sorpresa, que podía ser una edición original del discurso sobre el ser de España de Fernando de Los Ríos, o el precioso folleto El buen socialista de Francisco Largo Caballero -que guarda las formas de los catecismos laicos republicanos y obreros del XIX-, dirigido a las Juventudes Socialistas en 1946 y editado en Casablanca y cuya edición de 1964 preparó con cuidado el propio García Duarte durante su exilio en Toulouse. Hoy como se ve puede leerse casi igual.

Largo Caballero, a quien le tocó lidiar como presidente del Gobierno de la República con la caída de Málaga en 1937, terminaba así: «Estoy seguro de que si Pablo Iglesias viviera, consideraría como discípulos predilectos a todos los que practicasen las máximas indicadas».*Fernando Arcas Cubero

*Fernando Arcas Cubero es profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga