El animal más bello del mundo era una actriz que quería un marido fiel y tener muchos niños. Tras tres matrimonios fallidos (con Mickey Rooney, Artie Shaw y Frank Sinatra) y multitud de amantes, Ava Gardner murió sola y sin hijos.

El torero Luis Miguel Dominguín sí tuvo hijos (cuatro, uno murió al poco de nacer), diez nietos y dos esposas, aunque las amantes tampoco dejaron de entrar y salir de su vida antes y después (incluida su prima Mariví a la que vio crecer desde niña).

En 1953 Ava Gardner llega a Madrid tras rodar Mogambo en África a las órdenes de John Ford, harta de arrojarse ceniceros con Frankie, su aún marido. Ese mismo año, tras la grave cornada sufrida en Venezuela (de donde se escapó de la enfermería de la plaza con una mujer con las tres trayectorias quemándole en el muslo), Luis Miguel Dominguín piensa en dejar los ruedos estando en la cumbre. Ava Lavinia ya había tenido un sonoro romance con un torero en su querida España, Mario Cabré. Y Dominguín ya había conocido bíblicamente otras estrellas de Hollywood que recalaban en España para rodar o descansar en aquellos años 50 del franquismo tras el nuevo entendimiento político y económico con los EEUU, bases militares mediante. Pero entre una mujer pantera y un minotauro lo imposible se volvió carne en la primera cama de hotel.

Quizá por eso Nieves Herrero se ha empeñado en revivir «viviendo para ayer como una brasa», que dice el verso de Manuel Alcántara, la pasión en Technicolor entre ambas criaturas de la noche en blanco y negro de aquel Madrid franquista que, ave fénix capitalina, empezaba a resurgir de las cenizas de su posguerra. Rigurosamente documentada, Como si no hubiera un mañana es la excusa novelada para contar lo que quizá no contó tanto como dicen el propio Dominguín tras el primer polvo con Ava Gardner, cuando ambos ya polvo son más -no- «polvo enamorado» a pesar de Quevedo. Más bien fueron deseo consumado para consumir la noche menos solos ardiendo el uno en el incendio del otro.

También aprovecha Nieves para dibujar con nombres y apellidos la alta sociedad de aquellos años previos al desarrollismo de la autarquía, en la que ya había buceado con su anterior novela «Lo que escondían sus ojos», poniendo el punto de mira en la relación extramatrimonial (así queda más fino) entre Sonsoles de Icaza y el llamado «cuñadísimo» de Franco Serrano Suñer. De aquella relación nació Carmen Díez de Rivera, una mujer capacitada y bella que resultó muy importante en la Transición y a la que quizá aún no se le haya hecho justicia, a pesar de que TVE emitió un documental sobre su vida para quitarle la sola sombra no probada de amante de Suárez, entre otras etiquetas.

Tras la presentación de su libro en Málaga, Nieves y yo nos fuimos a El Pimpi donde comimos boquerones y hablamos y hablamos de una presencia compartida, ya no en la tierra, como si no hubiera un mañana.