Cuántas veces hemos escuchado hablar sobre el líder de un equipo, esa figura que destaca por encima de todos los demás y quien se lleva todos los elogios habidos y por haber. Muchas veces, por no decir la mayoría, es aquel que mete más puntos en un encuentro, o la sociedad quiere verlo así, pero a mí me gusta tener un líder diferente. Yo le llamo mi líder silencioso, o mejor dicho, mi líder silenciosa, porque una temporada más tengo la suerte de gestionar el mejor vestuario de chicas que alguien pueda tener.

El hecho de llevar tantos años entrenando en el mismo «cole» me permite conocer las generaciones que subirán a mi equipo temporada tras temporada. Me encanta desconectar en verano de lo que al deporte de la canasta se refiere, o por lo menos eso intento, pero conforme se va acercando la hora de organizar la pretemporada siempre me surge la misma pregunta. ¿Quién o quienes van a ser mis líderes? Siempre busco varias opciones y poco a poco voy modelando a mis «jefas» según mis criterios, pero si algo tengo claro es que no necesito que sea la que más puntos meta o la que mejor juegue. Ni lo necesito ni lo quiero.

Para mí todas las jugadoras son esenciales y así se lo hago sentir en los cuatro entrenamientos que hacemos durante la semana y sobre todo en el partido del sábado. Todas tienen sus oportunidades, tienen sus minutos y su ratito para disfrutar con sus compañeras. Es más, creo que hasta once de las catorce han tenido la ocasión de salir en el quinteto titular en algún partido de los que llevamos disputados hasta la fecha. Para mí desde la «4» hasta la «23» tienen su importancia e intento convencerlas de ello. Me cuesta horrores que lo entiendan, pero poco a poco van comprendiendo que solamente por el hecho de ser júniors deben sentirse especiales.

Mi líder tiene nombre y apellidos, pero ella no lo sabe. Quizá lo intuya, pero yo no se lo he dicho. No tengo necesidad de hablarlo con ella, porque poco a poco va sintiendo que su peso en el equipo va creciendo. No anota 20 puntos por partido, ni coge 10 rebotes. Si llevara las estadísticas no daría probablemente más de tres asistencias a sus compañeras. Con estas afirmaciones muchos se preguntarán, entonces, ¿qué es lo que hace tu líder para serlo?

La respuesta es muy sencilla. Mi líder tiene carácter. Tiene ese don de enganchar a sus compañeras cuando salta a la pista y tiene ese afán de superación que a todos los entrenadores nos encanta. Sabe cuando animar a la que tiene al lado y no es nada egoísta. Le da igual aportar en ataque o hacerlo en defensa. Tampoco tiene inconveniente de hacerlo desde el banquillo. Lo único que tiene en mente es sumar para el grupo y que nadie se venga abajo. Lo que más me gusta es que todo lo hace sin saber la importancia que tiene para mí. En pocas palabras, es alguien capaz de influir positivamente en las demás sin pedir nada a cambio, y eso es muy difícil encontrarlo en estas etapas de formación.

Todo esto se consigue con confianza, creyendo en lo que haces y trabajando con una constancia envidiable. Es de las primeras que llega a entrenar y de las últimas en irse. Aunque suene a tópico es así. No tiene problemas en preguntar lo que no entiende y eso también es de admirar, porque todos sabemos como son los adolescentes de hoy en día en estas edades, que con tal de que no le miren raro prefiere ponerse el último en la fila para ver cómo se hacen las cosas. Quiere crecer cada día y no tiene problema en aprender de los que le rodean.

Si algo me tiene enganchado a este equipo es que creo que no encontraré una sola líder, sino varias. Tendré a la que más puntos meta, a la que más balones robe y aparte tendré a mis líderes. De momento he encontrado a la primera, y seguro que cuando llegue el mes de mayo y estemos a final de temporada podré hablar orgulloso de que he crecido como entrenador en un banquillo rodeado de catorce líderes, de catorce chicas que han sido capaces de aprender la una de la otra y capaces de ayudarse como compañeras, como EQUIPO.