No es ninguna broma. El presidente es el presidente. Rey intelectual indiscutible de la tautología, Mariano Rajoy es Mariano Rajoy, y no otra cosa. El candidato del PP se refugia en frases irrefutables para no decir nada. «Todo es mentira salvo alguna cosa»; «Lo serio es ser serio»; «Las decisiones se toman en el momento de tomarse»; «A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, y eso es también una decisión»; «No es lo mismo que gobierne uno que gobierne otro, no es lo mismo. Dicho de otra forma: es muy distinto, muy diferente»; «España es un gran país y tiene españoles». O la última: «Comprendo que quienes están en posiciones distintas a las mías tengan que utilizar este argumento, pero realmente un vaso es un vaso y un plato es un plato», en relación al desafio soberanista de una parte de los catalanes.

A lo largo de la historia numerosos políticos han recurrido a las tautologías para dejar claro que una cosa es una cosa. Porque si una cosa fuera otra cosa, sería otra cosa y no una cosa. Muchos han usado esta figura como recurso humorístico con cierta soltura, pero otros, como Rajoy, usan esta lógica proposicional como la raíz de su discurso cuando se enfrenta a una entrevista con un medio de comunicación. A un presidente del gobierno y candidato a revalidar el cargo se le debe exigir que ponga nombres y apellidos a las cosas, por que todos tenemos claro que una cosa es una cosa y no otra. Hasta aquí llegamos.

Rajoy es pura broma para los medios de comunicación. Evasivas, obviedades y hasta frases cortantes son su repertorio para contestar a las preguntas que no le gustan. Aunque salió del plasma hace unos meses para cambiar su estrategia de comunicación, de poco le han servido las cañas de este verano, las fotos bañándose en ríos o su nueva pasión por hacerse selfies. No. Rajoy es Rajoy. Y hasta lo comprendo. Hace dos sábados, en el intermedio del partido Real Madrid-Barcelona, la periodista Mónica Marchante le metió el micro en el palco y al presidente se le cambió la cara, se puso rígido, tenso..., por si la periodista le preguntaba, por ejemplo, si piensa enviar tropas a Siria para combatir el yihadismo.

- «Oiga Mónica, lo de Siria no es ninguna broma, pero lo serio es ser serio. Hoy no toca. Estamos para hablar de fútbol, y ya sabes que el fútbol es fútbol y juegan once contra once», diría Mariano Rajoy.

El candidato del PP y sus asesores saben que no es bueno que se mueva demasiado en estas vísperas electorales, que será difícil que mejore su posición y cualquier error podría resultarle fatal, ya que casi todos los sondeos publicados señalan una horquilla muy pequeña entre PP, PSOE e incluso con Ciudadanos. Y, claro, Rajoy le comentó a sus colaboradores que no pensaba ir a los debates electorales: «No es por no ir, si hay que ir se va, pero ir ´pa'ná´ es tontería». Y dicho y hecho. Que el presi no va. Cuestión de agenda.

Hasta la fecha se han celebrado (es una celebración) debates entre González y Aznar (dos en 1996), entre Rajoy y Zapatero (dos en 2008) y entre Rajoy y Rubalcaba (uno en 2011). Cinco debates en 38 años de democracia. Un hito minúsculo. Pero en estas elecciones se presenta una singularidad inédita que a nadie se le escapa: por primera vez hay cuatro protagonistas en la gran batalla por el poder. A los tradicionales PP-PSOE se le han unido otras dos formaciones emergentes, Podemos y Ciudadanos, que con casi toda seguridad una de las dos decidirá por acción o por omisión quién es el próximo presidente. El gran debate que debe producirse en estas elecciones no es el tradicional cara a cara entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, pues ninguno está libre de pecado.

Por ello resulta sonrojante que el presidente del Gobierno y del PP haya renunciado a asistir al debate a cuatro a que los partidos cerraron en Antena 3 con la excusa de que Rajoy mantendrá un cara a cara con el líder de la oposición. Claro, que también estaría bien que el candidato popular dejara de lado su pasión por el fútbol y presentara su programa de gobierno, aunque fuera para incumplirlo como le han recriminado sus propios votantes durante la legislatura que ya agoniza.

Rajoy sabe que tendría serías dificultades para lidiar con tres contrincantes más jóvenes que él, dos de ellos sin pesadas cargas en la mochila, con probada habilidad dialéctica y que pueden acusarle (¡qué fácil es acusar!) de haber matado hasta a Manolete.

Ayer, Cristina Cifuentes dejó entrever que a numerosos dirigentes del PP no les gusta que su líder se esconda y dejó para la noche electoral una valoración de si la estrategia de campaña ha sido la correcta.

La política también es riesgo y la democracia es dialéctica; y Rajoy no quiere ni riesgo ni dialéctica. A él le pone más comentar que el fútbol es fútbol. Y lo hace bien.