Desde que volvió la moda ochentera de las barbas es raro ver a un treintañero medio moderno que no maneje una buena pelambrera. Peluquerías especializadas en mentones poblados, productos específicos para peinarse y rizarse los bigotes, todo tipo de trucos en blogs. Vaya, que las barbas se han convertido en las mascotas de los hombres de mediana edad€ Piden de comer y necesitan cariño. ¡Ah! Y atraen a jóvenes deseosas de atusarlas, como si fuera un cachorrito adorable.

¡Benditas barbas! Casi nunca quedan mal, sobre todo para aquellos que necesitan taparse la cara para esconder su difícil belleza. Nunca está de más adornar un elemento necesitado.

Sin embargo, la barba está demasiado valorada y bien vista. La convención social ha sido adoptarla como si siguiéramos viviendo en esos años jipiosos post franquistas con Jarcha en las toplists. Por otro lado, el bigote es un bicho raro de forma inmerecida. Aznar y Pepiño Blanco se encargaron de conseguir que el español medio no se tomara en serio el mostacho. A esto también ha podido contribuir que Nicolás Maduro sea uno de los principales exponentes bigotudos contemporáneos. Malos tiempos...

No olvidemos, eso sí, que una faz rasurada a diario es un trabajo nunca suficientemente valorado. Despertarse cada día y sentir la presión de ponerse una cuchilla a la altura del gaznate con un ojo medio abierto y el otro medio cerrado es una ímproba labor al que nunca se pondrá merecidamente en su lugar. En medio de este boom de barbudos -a Dios gracias ya asimilado-, despejar diariamente la cara debería estar premiado. ¡Qué carajo, Mariano, promételes una paguita, hombre!