El otro día le preguntaron a Pedro Sánchez en un programa de televisión de La Sexta que cómo se llaman las tutoras de sus hijas. Así están las cosas. No supo la respuesta. La gente se le ha echado encima. La gente es que es muy de echarse encima desde que tienen redes sociales. No sabes algo y se te echan encima. Vas por la calle y notas como un aplastamiento y opresión y miras el teléfono y entiendes qué ha pasado. Basta con aparcar el teléfono y uno se siente como más ligero.

Pedro Sánchez no sabe cómo se llaman las tutoras de sus hijas. Ni falta que hace. A mi en concreto me importa poco que ignore ese dato. Me trae incluso al fresco si tiene hijas o las ha escolarizado o está empadronado en Villacórcoles. Me bastaría con que se supiera -de él y de sus competidores electorales- si puede presidir un Gobierno, dirigir un país, crear puestos de trabajo. En el caso de Sánchez estaría incluso interesante saber si va a poder dirigir su partido. El lema ´Pedro nos une´ está pensado en clave orgánica, para el congreso del PSOE en primavera, donde puede que Susana Díaz lo espere para derrocarlo. Como el resultado sea muy malo, ya puede Sánchez saber el nombre de toda la plantilla educativa de Madrid, incluido Móstoles, que no se va a librar de que la tutora del socialismo lo quiera mandar fuera de la clase.

La sobrexposición televisiva de los líderes, como Albert Rivera, Errejón, Iglesias, Arrimadas o Pablo Casado, origina que nos estemos empezando a saber sus vidas más que sus intenciones. Ignoramos con quién pactaría Rivera. No lo dice. Pero sabemos más cosas de su vida personal que de algunos de nuestros primos, amigos o parientes.

Con Rajoy no pasa eso. No va mucho a la televisión. Es más de ir a la radio a hablar de deportes. No lo pillan en un renuncio. Recita alineaciones históricas del Pontevedra sin que nadie le vaya a preguntar cuánto vale un café, cómo se llama el profe de mates de su hijo o a cuánto está el kilo de jureles. La diferencia está en que Sánchez no contesta cuando ignora algo y Rajoy no contesta cuando le preguntan por algo que sabe muy bien. Por ejemplo, por Bárcenas. Decían que internet era el rey. Pero estamos en una democracia televisiva, que no televisada. Anoche el presidente del Gobierno se fue a casa de Bertín Osborne, artista del que ayer decía alguien que está subiendo en los sondeos, a cocinar y charlar y tal vez el cantante le preguntara por los maestros de sus hijos y nos avalara o jodiera entonces la tesis del artículo. Osborne es la última oportunidad de que Rajoy arrase en audiencia saliendo en algún programa.

Los candidatos quieren esconder su faceta más política y se prestan a saltar en paracaídas, cocer mejillones, bailar o atreverse en el karaoke. La línea entre ser cercano y ser un coñazo puede romperse en algún momento. Lo mismo se rompe en los días previos a las votaciones y nos llevamos todos una sorpresa. Hay que permanecer atentos a las pantallas. Sobre todo porque las tutoras de las hijas de Pedro Sánchez dan una entrevista en cualquier momento.