Felipe González ha entrado en campaña. Y de qué manera. González corre en apoyo de Pedro Sánchez al que Iglesias y Rivera están haciendo víctima de una pinza. Es el electorado socialista el que apetecen ambos líderes emergentes. Pablo Iglesias ya ha hecho la digestión de merendarse a (no toda) Izquierda Unida y Rivera sabe que con los desafectos del PP no le llega para gobernar. El votante socialista es una especie en peligro de extinción porque los grandes depredadores del voto lo están persiguiendo casi literalmente por las calles y plazas y televisiones y radios. Redes. Twitter. Facebook. Para no conducirlo a su guarida natural, sino a los estómagos de los neopartidos.

González en campaña: «Piensen bien si nos conviene que gobierne alguien que, previo pago de su importe, ha asesorado a un Gobierno extranjero». González en campaña: «La política económica la marca obligatoriamente la troika y Bruselas; la contribución de Rajoy es haber bajado el sueldo a todos los españoles». Son perlas con las que se estará o no de acuerdo, como si es justo escardar cebollinos ahora o en primavera, pero sin duda son frases que pueden conllevar una reflexión y no un bostezo o un zapping. Muchos de los que critican al expresidente, llenos de furia, tal vez puedan hacerlo debido a la formación que les han procurado sus estudios con un sistema de becas que Felipe González extendió y casi inventó. González es muy cínico, no cabe duda. Hay que ser estúpido para no serlo un poco a su edad y con su experiencia. Es rico e influyente y probablemente ya no sea ni muy socialdemócrata, pero ahí está, sin necesidad ninguna, defendiendo a presos políticos.

Tal vez sólo lo haga por diversión o ganas de notoriedad. Tal vez no. Bendita ganas de notoriedad. Hay quien las tiene y se dedica a ponerse en pelotas en una plaza, dar tiros o escribir memorias para criticar a sus conmilitones. González olfatea que algo grande se juega España en estas elecciones y ha decidido, no siempre con el zapaterismo fue así, alinearse en primera fila de combate para defender el puño y la rosa. Barrunta uno que en hora primera, los estrategas guays y molones, modernos y amigos de Pablo Motos, le dijeron a Sánchez que el expresidente le iba a dar una pátina o tufillo antigüito. Resulta que no, que le va a dar votos. Ya solo falta que dé un mitin junto con Guerra, que está demasiado desaparecido en esta campaña. No descartamos que en los últimos días aparezca.

Se instala en la opinión pública que el voto útil es a Podemos, Ciudadanos o al actual Gobierno. Este drama es nuevo para el PSOE: puede ser percibido como el redundante.

Sánchez tiene una carta de oro que le brinda Rajoy, la televisión que pagamos todos y la inercia: el debate cara a cara que mantendrá con el líder del Partido Popular el lunes y que TVE anuncia a platillo y bombo como si fuera a emitir de nuevo Pretty Woman. Pablo Iglesias más que el debate (que también) ha ganado la prolongación del debate. Si Sánchez da sensación de empaque... Bueno, dejémonos de eufemismos: sí da sensación de poder llevar un país y de tener enfrente a un marmolillo podrá optar aún a subirse al pódium con la medalla de plata al cuello. Idiota sería si menospreciara a Rajoy.