La cuenta atrás avanza. Hace una semana escribía en este mismo espacio que el cronómetro acababa de ponerse en marcha, marcando el tiempo que resta hasta la fecha anunciada para la nueva huelga de basura en Málaga. Ya sólo quedan apenas cuatro días y del «cero diálogo» al que me refería en mi anterior artículo hemos pasado a un bucle de reuniones entre el Ayuntamiento y el comité de empresa de Limasa y entre ambas partes y el Sercla, mediador en el conflicto. La Casona del Parque ha sido escenario ya de dos intensos encuentros que han acabado de madrugada y sin resultado. (Del horario nocturno mejor ni hablar). Y con la paradoja además de que todo depende de si la Justicia suspende cautelarmente la huelga convocada por los trabajadores como ha pedido De la Torre.

Está claro que el diálogo es imprescindible en cualquier conflicto pero de momento lo que prima es un desesperante monólogo y ataques por las dos partes. En forma de estrategia judicial del lado municipal, al haber pedido a los tribunales la suspensión cautelar de la huelga hasta que se decida si lo acordado en 2013 puede considerarse un convenio laboral o no. Y en forma de profundo rechazo del lado del comité de empresa, cuyo presidente, Manuel Belmonte, llegó a decir ayer que el alcalde les considera «basura». «Para usted nosotros somos basura, alcalde», afirmó. Unas declaraciones que dan una clara idea del estado del conflicto. No obstante, unos y otros continuarán reuniéndose hasta el mismo domingo por la noche, antesala del anunciado inicio de la huelga que podría volver a dejar la ciudad repleta de basura. En qué medida es una incógnita puesto que ni siquiera hay acuerdo en cuanto a los servicios mínimos que se fijarán en caso de que la protesta sea una realidad. Así que quedan cuatro días de reuniones. La gran pregunta es por qué el inevitable diálogo se ha dejado para última hora después de dos años en los que era obvio que la situación iba a volver a estallar. Sería una irresponsabilidad si se tratase tanto de dejadez, como de una táctica o de incapacidad de cualquiera de las partes. Al final, el pato lo pagarán Málaga y los malagueños. Para variar.