Puede que fuera Arriola quien dibujó la estrategia electoral de Rajoy de cara a los comicios que se avecinan: esperar, esperar y después esperar. Una fórmula defensiva muy gallega que recuerda a la que empleó, con notable éxito pese a su aparente pero astuta cobardía, el mariscal ruso Majail Ilarionovich Goenishchev Kutusov en los momentos cruciales de la invasión francesa del inmenso territorio de los zares y que supuso la más dolorosa derrota, con Austerlitz, de los ejércitos napoleónicos.

Como Kutesov, Rajoy ha permitido con aparente desdén que el enemigo avance, se vaya debilitando en escaramuzas en distintos frentes para posponer la batalla hasta el final, después de privarle de pertrecho y suministros. De ahí que el mariscal del PP haya rehuido hasta ahora el cuerpo a cuerpo de los debates y toda exposición pública que no fuera la cocina y el futbolín del chalé de Bertín Osborne.

El 20-D es la guerra, y hay ejércitos que ya parecen exhaustos. Da la impresión que el PSOE llega a campo abierto con la moral de la tropa por los suelos, sin un plan de ataque efectivo, y con la necesidad de salvar los muebles en una gran coalición a tres contra el PP, en una «entente cordiale» con podemistas y ciudadanos. Si no puedes con el enemigo, une a él tus fuerzas, ha discurrido el mando socialista, que empieza a notar la debilidad de sus flancos: el izquierdo se le desmorona a cuenta de las emboscadas de los guerrilleros de Pablo Iglesias, El Empecinado. Y el derecho, que amenaza a la centralidad de su ejército, puede venirse abajo asediado por la bisoña infantería de Albert Rivera, un estratega de carrera militar rápida.

Tal es la debilidad de la posición socialista a una semana de la disputa en las urnas que la vieja guardia del PSOE, con Felipe González, el más condecorado de sus reservistas, a la cabeza, anda empeñada en salvar a toda costa al soldado Sánchez. En ese empeño colabora Rodríguez Zapatero, cuya mayor gloria bélica es haber dejado este país a los pies de los caballos, como el general Custer al Séptimo de Caballería en Little Big Horn.

No tiene la misma suerte Rajoy con los que le precedieron en el generalato popular, como el hombre de las Azores, que jugó a los barquitos en la fraudulenta guerra del Golfo y que se mantiene al resguardo de sus cuarteles de invierno, esperando, tal vez, que el candidato popular se estrelle para reverdecer viejos laureles. Si bien parece que, en esta guerra, al presidente del Gobierno le basta con la aguerrida Soraya como guardia de korps, en su creencia de que para hacer gobierno basta con un presidente y una secretaria.

Y en esas estamos cuando se avecina ya la solución final. Kutusov perdió Moscú para no perder Rusia; como Rajoy, que prefirió entregar alcaldías y comunidades autónomas al enemigo en mayo para agrupar todas sus fuerzas en la batalla crucial de diciembre. Si encomendarse al General Invierno y esperar, como hizo el mariscal ruso, fue una decisión militar acertada de Rajoy lo sabremos en apenas unos días.