La dieta electoral no está siendo muy variada. Se impone hacerse unos análisis en cuanto esto acabe. Que será el domingo. Ayer desayuné con una encuesta que daba ganador al PSOE en mi circunscripción pero mi señora me puso de aperitivo una en la que era Podemos el que goleaba en la suya. En su provincia. Tuve que almorzar tertulia, claro. Se me indigestó un poco el de Ciudadanos, porque no era Albert Rivera. Uno a Rivera lo traga, pero a veces envía a una gente a sus tertulias que dicen cosas intragables y ya te pasas toda la tarde con el cuerpo como de izquierdas o revolucionario. Por una cosa de estas hasta un día la vesícula, que es muy conservadora ella, se me puso socialdemócrata y caí malísimo. Por poco no voto nunca más. En la tertulia había un señor del PP que gesticulaba mucho, como para tapar que sigue habiendo el mismo paro que cuando dejó las cosas en paz Zapatero, que también hizo bien por cierto en dejarnos en paz a todos. De postre me zampé un artículo de opinión, pero de esos que llevan mucho azúcar y son como muy largos y el que lo escribe nos trata como si fuéramos retrasaditos, lo cual tampoco es descartable, la verdad. Más que nada por lo que leemos, pudiendo leer ´Guerra y paz´ o ´Pinocho´ o un cuento de Dickens, ahora que es la época. El artículo lo partí por ver si mi perra quería un poco. Yo soy muy de compartir los postres. Por dos razones: porque son muy grandes y porque parece que pecas menos. Pides un pastelón de chocolate y le dices al camarero: con dos cucharillas, que es para compartir. Y ya te sientes menos culpable.

Mi perra no quiso artículo. A ella sólo le gusta dar patadas a libros de memorias de políticos anglosajones de derechas. O italianos como mucho y si acaso. Yo creo que, como está viejita y me parece que simpatiza con la UCD, tiene una visión que casa con esa tesis clásica de que fueron los democristianos, como Oscar Alzaga, los que dinamitaron ese partido. Vaya usted a saber.

El día iba transcurriendo y ya después de semejante aperitivo, almuerzo y postre, pensé que iba a quedar libre de la merienda. Sin embargo, recordé que era el cumpleaños de un buen amigo y tuvimos que ir a su casa y, claro, ¿qué se hace en casa de un amigo que celebra su cumpleaños en plenas elecciones?... Pues votar, amigos, votar si vino o cerveza, si champán o sidra, si aceitunas o patatas fritas. Ganaron las aceitunas, la cerveza y la sidra. Yo, la verdad, hubiera preferido un vino, unas patatas fritas y ya luego el champán, pero hube de proclamar mi buena fe en el sistema, dar las gracias a los que me habían votado, felicitar a los ganadores y, obviamente, poner a disposición de mi opción todos mis cargos para a continuación ponerme ciego de aceitunas, cerveza y sidra. Hip. Llegué a la hora de la cena con un empacho de democracia que casi me impide ver la información política del Telediario. Eso sí, aún a riesgo de reventar puse un coloquio en la radio que confundí con un monólogo y que me hizo caer en un profundo y democrático sueño.