En algunos prados florecen estos días las margaritas, en las casas se cuelan veloces moscardones y ayer observé un precioso abejorro buscando con desesperación entre las plantas polen y néctar para alimentarse. La naturaleza se muestra particularmente cruel con estas criaturas nacidas de sus desarreglos, engañadas por la bonanza y la temperatura de una falsa primavera de diciembre y condenadas a una vida más efímera que la prevista en su programa. Sólo es más cruel la naturaleza humana, cuando, por ejemplo, hace nacer pollitos de granja en una incubadora y los hace crecer al calor de las bombillas, para decapitarlos una vez lograda la textura de su carne al gusto de consumidor, o cuando aparta la joven res de su madre para engordarla a toda prisa y convertirla en filetes. Coño, bien mirado, que el clima se vengue de nosotros querría decir que la naturaleza además de sabia es justa.