Pedro Sánchez estuvo sólido, crítico, serio y muy duro, en plan presidencial, con programa y yendo a la yugular de Mariano Rajoy con la corrupción. Rajoy con Bárcenas como espada de Damocles se vio acorralado, cercado por la corrupción que corroe al partido que preside, el Partido Popular. La tensión subió, casi como era de esperar, cuando Pedro Sánchez le dijo que España no merece tener un presidente que no es decente. Rajoy, con sus ojos como platos y creciente tic nervioso del ojo izquierdo, saltó como una ballesta y llamó al líder socialista ruin, mezquino y miserable. Palabras gruesas propias, quizás, de una pelea barriobajera, pero que era inevitable. Los puristas, que son por lo visto legión, dijeron que Sánchez se había pasado tres pueblos. No estoy de acuerdo. La cloaca de la corrupción que rodea al PP merece que Rajoy oyera lo que el pueblo llano dice sobre Bárcenas, Gürtel, Púnica, etc. Rajoy perdió el debate y Sánchez se creció a partir del segundo bloque, acorralando a Rajoy en sus contradicciones, rodeado de folios y hojas volanteras de bloc, todo desordenado sobre la mesa, con el tic nervioso de sus pies y, sobre todo, porque Sánchez no cejó en su ataque, con el golpe al hígado que dejó sin respiración a Rajoy. Sánchez le provoca hasta recordarle el IVA de los chuches. Rajoy manejaba la macroeconomía como tabla de salvación y con la mecánica dictada por su asesor principal, Pedro Arriola, y el sonsonete de la creación de dos millones de empleos hasta el año 2020. Largo me lo fiáis. Y Sánchez le sacó la carta de una señora de Valladolid que malvive con unos 400 euros. Los pies en el suelo. Y quizás por eso otro de los soniquetes más escuchados en boca de Sánchez era la palabra mentira. «No mienta, señor Rajoy» o lo que es más duro acusándole de «mentir a los españoles». Rajoy tampoco se mordió la lengua acusando a Sánchez de ser falso en sus planteamientos y en el manejo de los datos.

Ambos partidos tienen mucho en juego y en el debate quedó claro. El PP necesita mantener los cuatro puntos que le dan las encuestas por encima del PSOE y por eso la estrategia de Rajoy tenía un referente en el debate: los mayores de 65 años, bolsa del voto donde el PP gana por goleada y de ahí sus reiterados mensajes a las pensiones, a los jubilados y que sólo ellos son capaces de seguir sacando a este país del abismo en que lo dejaron los socialistas cuando gobernaron, mientras que el líder socialista, sobre todo con propuestas claras sobre educación, políticas sociales y defensa de los valores socialdemócratas buscaba llegar a una población más joven, más cercana a la España tradicional que vota centro y centro izquierda, flancos en los que el PSOE siente la mordida de Podemos, cada vez más escorado al centro, y de Ciudadanos pese a la ambigüedad y cambiante estrategias según le vayan las encuestas al señor Albert Rivera.

Hay otro aspecto nada desdeñable del debate. Uno, Pedro Sánchez tenía que ganarse el respeto y aprobación de sus militantes; del partido y de algunos reticentes barones y Mariano Rajoy, que lo es todo en el PP y donde no se mueve una hoja sin que él lo autorice, necesitaba trasladar a sus fieles huestes (los que le dan suelo electoral del 24%) que está en forma, que nadie es capaz de arrugarle y que el baño de popularidad que se ha dado por España responde a una realidad demostrable. Sánchez necesitaba reafirmarse ante los suyos y mantener la esperanza interna de que pueden ganar el 20 D y Rajoy dejar claro que fuera de él, el diluvio.

En la misma noche del 20D sabremos qué es real o puro artificio con fuegos florales.