Algo antes de que las predicciones dieran unas más que alegres cifras de gasto para estas navidades y bastante antes de que ya contaran las monedas del black friday y calcularan las de que entrarán para reyes, previas a las de las rebajas, aprecié un signo inequívoco de que los tiempos estaban cambiando. Estaba firmando unos papeles en el banco. El banco, mientras no le quede otra, sigue siendo partidario de la escritura de mano. Escritura de mano es una expresión nueva pero bonita, con la misma hechura que agua de boca. Antes se decía escribir a mano y era una técnica que se adiestraba con la caligrafía. Finlandia dejará este año de enseñar a los niños a escribir a mano para centrarse en alfabetizar en teclado. Los finlandeses del futuro no serán calígrafos sino mecanógrafos.

En la alfabetización bancaria la letra pequeña se ha hecho más grande pero es igual de prolija e ininteligible que cuando era ilegible así que da igual leerla que no. En la alfabetización bancaria la única escritura de mano que quieren de ti es que firmes pero admiten que lo hagas con el pie o con la boca si eres de Artis Mutis, lisiado o extravagante. Que no leas lo que firmes y que sólo tengas que escribir tu nombre garantiza que no se eternicen las personas en los bancos y que se puedan hacer cada vez más operaciones con menos operarios. Hasta ahí, como siempre.

El signo de los tiempos cambiantes vino cuando la siempre nueva comercial me dijo que podía llevarme el bolígrafo. Creí oír música de Bob Dylan porque cuando los bancos iniciaron esta crisis no se suspendieron los bonus de sus altos ejecutivos pero la partida de bolígrafos se vio muy reducida, si bien aumentó la de las cadenitas para bolígrafos, cuyos fabricantes estuvieron de acuerdo con los chinos en que crisis signifique también oportunidad. La vida es peor pero los bancos vuelven a dar bolis.