No se debe ejercer de padre con quien ya es adulto. Querer al pájaro es una cosa, pero sobreprotegerlo cuando el pájaro debe volar solo es otra. Por eso más temprano que tarde cambiará la ley y no se prohibirá la información electoral ni la propaganda el día previo a las elecciones -hoy-, en la llamada jornada de reflexión. Pero el problema no está tanto en la ley, redactada tras un periodo que, como toda dictadura, era paternalista con sus ciudadanos y duró décadas en España. El problema es que sigamos creyendo que la jornada de reflexión nos hace falta.

20D fun fun fun

Si la ciudadanía (eso que no significa mucho porque hay tantas clases de ciudadanos como personas hay) no es capaz de forjar su voto por encima de cualquier ejercicio de manipulación; si es verdad que necesita ese periodo monacal de silencio mediático 24 horas antes de que abran las urnas para no ser inducido hasta la confusión; si la ciudadanía no es capaz de resistirse sin tutela legal a los modernos buhoneros de los partidos, que venden su burro cargado de promesas canturreando en estas elecciones «Vó-ta-me el 20 de diciembre fun fun fun»; si la ciudadanía tras casi 40 años de democracia no sonríe con sano distanciamiento ante mítines y consignas de marketing y no decide su voto, más o menos contaminada, pero con responsabilidad y libre y por sí misma…, algo huele a alarmante infantilismo en nuestra democracia.

Puñetazo al presidente

Y si eso fuera así, se sumaría a cierto desnorte general respecto al valor de las instituciones en un estado de Derecho. El desencanto ante la falta de ejemplaridad y pedagogía política que se han ido acumulando en eso que por necesitar un sustantivo llamo «ciudadanía» a pesar de su diversidad, insisto, y de su difícil concreción científica, unido al poco respeto que la propia clase política se ha ido manifestando a sí misma, genera ambientes inadecuados a la hora de no saltarse los límites y respetar los símbolos. Si sumamos la insistencia de la crisis en cebarse en la maltrecha clase media a que, por herencia franquista, este país sigue con dificultades para enarbolar con naturalidad una bandera de todos, el contexto es propicio para que majarones y exaltados aporreen con una sonrisa ante las cámaras al presidente de España.

Fronteras «sagradas»

Hay que ser libres a la hora de votar. También hay que serlo a la hora de opinar, con los argumentos adecuados. En este país, o nos pasamos de frenada o de velocidad con frecuencia, parece que nos cuesta mucho partir del término medio. Decir que el puñetazo de ese menor a Rajoy no tiene vinculación alguna con el actual contexto histórico me parece tan intencionado como decir que la culpa la tuvo Pedro Sánchez por haber llamado «indecente» a Rajoy en el cara a cara televisado. Le he leído al juez de Menores Emilio Calatayud una reflexión sobre el incidente que, entre otras cosas, viene a recordarnos que estamos en una sociedad donde demasiados hijos llegan a pegar a sus padres. Pasadas ciertas fronteras «sagradas» lo que llega es el abismo y el caos. Pegar a un padre debiera ser considerado una monstruosidad, lo que debería ser aprendido como tal desde parvulitos en la conciencia y en el inconsciente individual y colectivo. Agredir a la autoridad en un Estado de Derecho también lo es.

Mañana

Lo que hizo ese chaval al darle un puñetazo a Rajoy, además de poner en solfa a todo el equipo de seguridad, fue agredir al presidente del Gobierno, al país entero, se le hubiera votado o no. Pero algunas de las cosas que se han dicho sobre el puñetazo han vuelto a estar cargadas de interés partidista, de un interés directo o indirecto en no perder los puestos apalancados ni las prebendas, y en la defensa de la tribu incluso poniéndose en frente de toda la sociedad. Porque no es de recibo ni convertir al agredido en un héroe ni inducir a pensar que la agresión estuvo justificada por la responsabilidad de Rajoy en la corrupción de su partido. Ojalá que contra estos y otros peligros de consolidar una democracia de baja calidad nos vacunemos con el voto. Mañana.

Suerte en la lotería

Porque la de mañana no va a ser una jornada electoral cualquiera. ¿O sí? Se dan circunstancias extraordinarias hasta ahora en la historia de España, al menos desde las primeras elecciones constituyentes de la Transición hasta la victoria de aquel PSOE de 1982. Con o sin Lampedusa, hay cosas que ya están cambiando. Mañana podrían cambiar más. Una alta participación, según los criterios demoscópicos, advertiría de que los emergidos han llegado para quedarse en el reparto definitivo de los 350 escaños del Congreso. Lo que harían una vez ahí está en su mano. Pero que estén ahí o no está en la nuestra. Feliz Lotería de Navidad… Porque hoy es sábado.