Resulta inevitable: es oír la expresión «bando municipal» y acude a la mente la escena de Bienvenido Míster Marshall en la que Pepe Isbert exhibe unas imposibles dotes para la oratoria, en el personaje del alcalde de Villar del Río. Pero es bueno que se mantengan ciertos rituales que nos vinculen a quienes nos precedieron, y nos hagan sentir partícipes de la trayectoria de una comunidad. En todo caso, la tradición se actualiza y los Bandos de Alcaldía se publican ahora en Facebook, como el de Navidad y Fin de Año 2015 dictado esta misma semana. En él se invita a los ciudadanos a «contribuir a mantener la limpieza, ornato público y estética de la ciudad». Sin embargo, antes sería conveniente llegar a un acuerdo sobre lo que es estético y lo que no lo es. A mí, por ejemplo, podar los árboles urbanos para conferirles forma de chupa-chups no es estético en absoluto. Pero a la vista de cómo han quedado algunas calles de Ciudad Jardín tras la intervención de los operarios del Ayuntamiento es evidente que no existe unanimidad en este punto. En cuanto al ornato público de las edificaciones históricas también hay discrepancias en cuanto al tratamiento: algunos pensamos que al paciente debe enviársele al sanatorio, en lugar de al cementerio, y que convertir la ciudad antigua y sus arrabales en un solar inmenso no es estético. Ni ético. A este ritmo, nuestro único vínculo con las generaciones precedentes serán los bandos de alcaldía.

Al menos en algo estamos de acuerdo: en la prohibición del uso en la vía pública de petardos «y otros artificios pirotécnicos», que, como recuerda el bando, está expresamente dispuesta en el Reglamento de Explosivos. Menos mal. Seguro que la Policía Local y los inspectores municipales vigilarán su cumplimiento con el celo demostrado en los años anteriores.