No sé si seremos tan gran país como explicaba Rajoy a Bertín (y luego el hombre repitió en el debate, casi palabra por palabra), pero en todo caso tenemos nuestro encanto, con esa mezcla de estoicismo, descreimiento, dignidad y sentido práctico. Una persona, que atraviesa un momento económico muy difícil, regala a otra por Navidades una planta magnífica, y, cuando la segunda protesta, la primera responde: «Bueno, los que somos, somos». Otra persona, más bien de derechas, que duda si pasarse a la izquierda en las elecciones de hoy, explica: «Al final no pasa nada». Esas frases minimalistas, que no dicen nada pero lo dicen todo, y descansan por tanto en un sobreentendido comúnmente aceptado, en un sentido popular de gran familia que ha pasado mucho, quizás nos expliquen. Como lo hace la mejor felicitación navideña de estos días, oída en la peluquería: «Bueno, si no nos vemos, pues eso».