España se ha fragmentado, el desafío soberanista catalán puede ser el ganador encubierto de estas elecciones que han arrojado una aritmética tan endiablada que requiere recuperar el espíritu de consenso aplicado durante la Transición. Y aún así, será insuficiente, pues por más que se negocie hay líneas rojas que los partidos tradicionales no se atreverán a pactar con tal de dormir en La Moncloa. Al menos, eso creo. La suma de PP y Ciudadanos queda lejos de la posibilidad que posibilitaría a Rajoy ser investido como presidente y pocas fuerzas se pueden sumar más a esta opción, pues el concierto vasco que rechaza Ciudadanos impediría la entrada de los seis diputados del PNV. Mariano Rajoy, que ha sufrido un descalabro importante, tiene complicado repetir como presidente pese a su victoria. El discurso de la recuperación económica no ha llegado a los bolsillos de los españoles mientras que los casos de corrupción se han quedado grabados en la cabeza, amén del plasma y que durante cuatro años se preocupó más de la economía que de las personas. Su única esperanza, Ciudadanos, se ha desinflado si se compara con las expectativas creadas y ha pagado ser un partido excesivamente personalista que no ha logrado ahondar en la herida del PP y del PSOE para atraer suficientes votantes que flotan por el centro del ciberespacio electoral.

Pedro Sánchez ha salvado el cuello, pero nota el aliento del nuevo Pablo Iglesias en el cogote. La suma del PSOE con todas las mareas moradas de Podemos, más IU y ERC darían la posibilidad a Sánchez de tratar de formar gobierno, aunque en campaña reiterara que sólo optaría a la presidencia si era el partido más votado. Para alcanzar Moncloa deberá contar con el apoyo de los independentistas catalanes, que pondrían como comdición la convocatoria del referendum catalán que también defiende Podemos. Si Sánchez acepta esta reforma impuesta de la Constitución para ser presidente, el PSOE cavaría unos metros más en su futura tumba. Además esta suma de izquierdas no es del agrado de Susana Díaz, que queda tocada en estas elecciones, ya que el PSOE sólo logra un diputado más que el PP, cuando tradicionalmente el socialismo andaluz aportaba casi la mitad del granero.

España ha votado y entre cabreo, indignación y crisis ha salido un parlamento endiablado.