Música, siempre la música. Mientras un saxo suena para contener un tumor cerebral en el Hospital Regional de Málaga, la polifonía de los ciudadanos interpreta un concierto diverso concertado con notas múltiples y detallando una escala enrevesada representada en un teatro llamado España. La música -el arte de las musas- es el talento de estructurar de forma emotiva y coherente una composición de sonidos y silencios a través de complejos procesos creativos, conduciéndonos, frente a tanto desconcierto, a un ensayo estético para poder expresar pensamientos e ideas.

Leyendo una información del influyente escritor y periodista comprometido con Las cosas de la ciudad, Alfonso Vázquez, y tras un fin de semana determinante para comenzar a concluir esta añada, hago reflexión sobre lo viejo y lo nuevo. El azaroso redactor hace referencia a un singular artículo del pintor malagueño José Blanco Coris publicado en la Gaceta de Bellas Artes de 1923 en el que acometía con aspereza contra las obras de Picasso: «no pueden ser concebidas sino por la visión de los sapos». El creador academicista vislumbraba el arte del siglo XX sin entender nada, como apunta Alfonso.

En este lance, percibo involucradas las mismas tendencias en el siglo XXI: la rivalidad entre lo pretérito y lo inédito. Entretanto, continuamos con la eufonía de los niños de San Ildefonso y la cadencia de los posibles pactos para investirse al frente de este laboratorio de pruebas aldabeado País. Como decía Heather McManamy -una joven madre fallecida de Wisconsin- en su carta de despedida a la familia y amigos: «Por favor, hacedme un favor y tomaos unos minutos cada día para reflexionar sobre la frágil aventura de esta vida loca. Y no olvides nunca: cada día cuenta». Feliz Navidad.