La Década Ominosa dejó el suelo nacional sembrado de aberraciones tales como aeropuertos sin aviones, autopistas sin coches y viviendas sin habitantes; este parque temático de lo absurdo tiene su faceta más visible en las construcciones megalomaníacas sobre las que hoy crecen los matojos en la periferia de algunas grandes ciudades españolas. Pero en el legado de este periodo se cuenta también un vasto repertorio de creaciones que, aunque tuvieron un peso menor en cuanto a presupuesto se refiere, suponen un alarde en lo tocante a inutilidad y mal gusto, y presentan una distribución amplísima y homogénea en el territorio.

Se trata de las rotondas de tráfico y, sobre todo, de las esculturas que sobre ellas se han alzado. Es una materia jugosa y que tiene difícil explicación y dificilísima justificación, y que a buen seguro será materia de estudio y catalogación en el futuro, así como objeto de tesis doctorales. Una de las más señeras está en peligro de desaparición: el Monumento al Turista de Torremolinos. La Junta de Gobierno Local de ese municipio aprobó este miércoles pasado las bases para la convocatoria de un concurso de ideas «que dé un nuevo enfoque» a tal adefesio.

Aunque muchos medios se han aventurado a anunciar su demolición, lo cierto es que la nota del ayuntamiento no la recoge explícitamente. Como decía Jorge Santayana en su cita célebre, «aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo»; por eso quizá sería bueno mantenerlo, alterándolo de manera didáctica, a modo de recordatorio de los errores garrafales cometidos en la Costa del Sol que tan bien encarnados quedan en el monumento. Por lo pronto, la forma de selección de la propuesta final aunará la presencia de un jurado solvente con la participación ciudadana. Suena muy bien.

*Luis Ruiz Padrón es arquitecto