Políticos de extrema izquierda y extrema derecha se enredan estos días en una polémica extremadamente absurda sobre los Reyes Magos. Los de la banda progresista, que no debieran creer en estas cosas, han decidido incluir una reina maga en ese famoso trío monárquico de Oriente. Los ultraconservadores han reputado, a su vez, de aberrante tal propósito en la medida que altera las tradiciones y pudiera confundir a los niños que con tanta ilusión acuden a la cabalgata.

Ninguno de ellos parece haber caído en la cuenta de que la de los Reyes es una historia de fábula a la que por lógica se pueden añadir nuevos detalles de fantasía, tales que la entrada en el escenario de una o varias reinas magas.

Como cualquier buena leyenda, la de los Magos de Oriente está abierta a toda suerte de interpretaciones. Eso es lo que han hecho el Ayuntamiento de Madrid, un párroco de las tierras interiores de Lugo y hasta el mismísimo papa Francisco al incluir a una reina maga en las celebraciones de la Epifanía de este año. ¿Y por qué no?

En la parte de la Biblia donde Mateo hace una breve referencia a este asunto no se cita el número de los -o las- monarcas que le llevaron oro, incienso y mirra al pesebre. Podrían ser cuatro en lugar de tres y colar de tapadillo a alguna meiga disfrazada bajo las barbas de pega que siglos más tarde se añadieron a la imaginería de los Reyes Magos, tal y como hoy los conocemos.

De hecho, la tradición oriental da por cierto que fueron doce los magos e incluso les pone nombres a todos ellos. Otras versiones sugieren que eran magos, pero no necesariamente reyes; y parece razonable pensar que el número de tres se calculó en función de los tres regalos que le hicieron a Jesucristo, según el dato que proporciona el evangelista Mateo.

Con el paso de los siglos, se le añadirían nombres a los componentes del trío, barbas a Melchor y Gaspar, y piel negra a Baltasar. Nada debiera impedir, por tanto, que la leyenda se enriquezca ahora -en tiempos de igualdad de sexo- con la adición de una reina maga al cortejo que todos los años nos llega de Oriente. Solo una cierta timidez explica que los gobernantes y el Papa no hayan incluido dos en lugar de una; aunque tampoco es cosa de cambiar las tradiciones de un solo golpe. Tiempo habrá.

No falta siquiera quién ponga en duda la existencia misma de los Reyes Magos, como si la magia y la Monarquía -cosas de literaria fábula- no fuesen evidentes por sí mismas y necesitasen dar vulgares pruebas de su ser. Eso es lo que solía hacer los ateos, por lo general militantes de la izquierda, hasta que les ha dado por entrar en los dominios de Merlín y aceptar que los Reyes existen, aunque sean un poco machistas. De ahí que se hayan puesto a la tarea de corregir la leyenda, cambiándole el sexo a uno de ellos, aun a riesgo de alumbrar una mujer barbuda.

La disputa que ha abierto esta decisión parece, ya se dijo, un poco extravagante. Nadie se pondría a debatir sobre el argumento de las historias de Hansel y Gretel o el carro de fuego en el que Elías partió hacia el cielo, según la Biblia. Son asuntos propios de la magia solo al alcance de peritos en ángeles y prodigios como el maestro Álvaro Cunqueiro. Quizá por eso dé un poco de miedo que los políticos -y el Papa también lo es- se hayan metido a gobernar incluso en el sexo de los Reyes Magos.