Al fin alguien le ha encontrado utilidad al Senado: darle trabajo a Javier Arenas. El Partido Popular tiene mayoría en la Cámara y puede nombrar a quién le dé la gana. No está decidido ni muchos menos que Arenas vaya a ser el presidente, pero hay quien se ha fijado en él para tal cometido. Cuando se fijan en uno para presidir el Senado o lo consideran un fuera de serie o un muerto.

En el Senado se vive como Dios y a Javier Arenas hay quien quiere hacerlo presidente de los dioses. Una especie de jefe del Olimpo. A Arenas hace tiempo que se le había puesto cara y cuerpo y tipo de senador. Pero ya sería mala suerte (para él) que lo auparan a tal cargo pero luego hubiera de nuevo elecciones generales y el Senado se disolviera. Las elecciones nunca son una buena noticia para Arenas. Cada vez que hay unas, las pierde. Cuando gana una, va y pierde la presidencia de la Junta.

Dijo Arenas hace una semana que dejaba el Parlamento andaluz para centrarse en el Senado. La frase, «centrarme en el Senado», es ambigua. Puede querer decir que será cuando llegue al Senado cuando como persona se centre. O que se va a hacer de centro una vez que llegue al Senado. O que, en efecto, se va a concentrar en el Senado. Nadie dio mayor importancia a la frase ni a la renuncia, pero él mismo estaba deseando subirse de nuevo a los titulares y que alguien pillara el asunto: puede presidir el Senado. Hay otros candidatos y antes de acabar esta frase puede surgir alguno más. Ayer Arenas estuvo en el comité de dirección y estrategia del PP junto a la plana mayor y Rajoy. Ignoramos si le dijo qué hay de lo mío o si Rajoy le dijo lo tuyo es mío. No está sobrado el aún presidente del Gobierno de fieles ni de listos ni de hábiles negociadores. Arenas no será de esos dirigentes del PP que mandan a los programas para imitar a Albert Rivera, pero sí que es de los que puede desatascar una negociación. En el PP, salvo Cospedal, todos consideran a Arenas «uno de los nuestros» en el sentido cinematográfico y en el otro, lo que no descarta la tesis (más bien la abona) de que quieran hacerlo pasar a mejor vida. O sea, a la presidencia del Senado. Comienzan a no saber dónde ponerlo. Yo cuando no sepan dónde colocarme quisiera que alguien se acordara de mí para cometido semejante. Claro que yo no tengo ni la cuarta parte de cualquiera de las habilidades de Arenas. Ni mucho menos la de llevar toda la puñetera vida viviendo de lo que vive.