Me echaron carbón los Reyes Magos y aun no sé por qué. Aquí estoy sentado con mi amigo Antonio Costa, en A Brasileira, a los pies de la estatua del gran escritor portugués Fernando de Pessoa. Hemos terminado un aromático café de Angola y del Chiado lisboeta nos iremos dando un largo paseo hasta el Barrio Alto y Alfama. Quiero sentarme con Antonio en el Mirador de Santa Luzía y dejar que vuelen mis pensamientos con el Tejo (Tajo) en lontananza y pedirle a mi amigo, el primer ministro portugués, cómo lo ha hecho. Porque cómo es posible que dos partidos, socialistas y comunistas, que históricamente se han odiado, tal cual el aceite y el agua caminen juntos ahora. Me lo tienes que explicar, Antonio. Y ya me dirás cómo has conseguido que el Bloque de Ezquerda, anticapitalista, antieuropeo, antiOTAN y anti todo se haya avenido a comulgar, al menos, con una parte del programa socialista. Me lo tienes que explicar, Antonio. Porque para líneas rojas las de los comunistas y la de los izquierdistas radicales del Bloque.

Yo sé, Antonio, que lo tengo más difícil, porque los números no me salen y sumar una mayoría requiere un equilibrismo casi insuperable hasta por Phillippe Petit, el funambulista de las Torres Gemelas, porque además tengo a una señalada parte de mi partido alzado en armas contra mí, pese a que antes de las elecciones del 20D todos hubieran firmado el resultado obtenido. Porque, vamos a ver Antonio. Es cierto, perdí 23 escaños y más de medio millón de votos, sobre todo del voto joven y urbano y con el roto de Madrid y Cataluña, pero con todo lo que estaba cayendo haber mantenido el tipo con 90 escaños no es cosa baladí. Sé que algunos compañeros (as) de los (as) que me pasan la mano por la espalda hubieran preferido que me estrellara, pero no ha sido así. Creo, Antonio, que hemos conseguido lo que la derecha, o sea el PP, ha querido: que no se hable de Rajoy, el gran perdedor, con tres millones y medio de votos dejados en el camino y nada menos que 63 escaños. Eso sí es haber sido el gran perdedor pero Rajoy se frota las manos mientras nos ve a los socialistas enzarzados en nuestras cuitas internas. Ya nadie parece recordar que fuimos la segunda fuerza. A Rajoy las orejas se le agitan como soplillos, sus ojos se abren en permanente perplejidad como si no tuviera párpados y bate sonoras palmas a lo gallego corriéndose de gusto ante el harakiri de los socialistas. Y esto, querido Antonio, es lo que se vende. Rajoy se inventa la pantomima de la gran coalición y no hace más que marear la perdiz.

Mira, Antonio, casi nadie pensaba que los socialistas seríamos la segunda fuerza más votada, con considerable ventaja sobre el tercero, Podemos, ya sabes como el Bloque de Ezquerda portugués, que si le quitas el añadido de los grupos regionales, se queda en 42 escaños. O sea, le sacamos más del doble. Y ahí los tienes en su permanente labor de zapa para minar al PSOE, lo último reclamando el apoyo de los socialistas sensatos, ¿Para qué? ¡Qué estupidez!

Nosotros los socialistas, Antonio, hemos sido la segunda fuerza. Tú gobiernas en Portugal y yo tengo más que difícil conseguirlo en España. Como vosotros, somos y estamos en la centralidad, sufrimos mordiscos en las urnas por nuestro flanco derecho y sobre todo por el izquierdo como si el maná llovido del cielo de Podemos fuera a curar todos los males de España. Cuando oigo o veo a Pablo Iglesias, ya sabes, el líder de ordeno y mando de Podemos, me parece estar delante de un encantador de serpiente a los que he visto en la plaza de Jema El Fnaa (Marrakech). Otras veces ejerce de cuenta leyendas en la misma plaza, con un arte increíble para contar historias, merecedoras de mendigar unos dírhams o unos céntimos de euro. Pues ahí los tienes, Antonio, tal cual los «invictus» de Nelson Mandela.

No sé, Antonio, cómo lo has hecho, si tal cual se dice no te levantas de una mesa hasta llegar a acuerdos o porque buscas lo posible y aparcas lo imposible. Tú sabrás, pero dime. Tú no tienes el problema de Cataluña y eso me marca mucho. Porque ahora resulta que Iglesias, ya sabes cuentista de Fnaa, dijo que hasta tu amigo y mi amigo, Alfredo (Pérez Rubalcaba) era partidario de la consulta catalana. Se coge a un mentiroso antes que a un cojo. Ya me dirás.

Antonio Costa dejó que su mirada se perdiera siguiendo las aguas del Tejo, se tomó un respiro, vagó de nuevo la mirada por los brumosos tejados de la Alfama y chirriaban en los raíles las ruedas de hierro del «28» en subida al Castelo de S. Jorge. Mira, Pedro. No hay pócima mágica en la política, ni hay Asterix ni Obelix que valgan, ni se puede ser Popeye inflándose de espinacas.

Primero, pon orden y ejerce el poder que te dieron dentro del partido, sin que te tiemble mano. Segundo, haz valer la centralidad de tu fuerza y haber sido segundo en la liza electoral, sin complejos. Tercero, la derecha no puede seguir en el poder porque traicionarías a tus ancestros y a los que te han votado ahora y cuarto, siempre es posible intentar gobernar con unas propuestas de mínimos, incluso en el problema catalán (no olvides que Iglesias tiene dicho que votaría «no» en una posible consulta), que te permita gobernar desde la izquierda. Es lo que toca, Pedro. Boa sorte.