Esta semana se ha celebrado en Huelva el Campeonato de España de comunidades autónomas en categorías infantil y cadete, tanto en chicas como en chicas. Esos campeonatos son una enorme experiencia para todos los jugadores y jugadoras que participan. Para los entrenadores, también. Y lo digo por propia experiencia. En ellos he vivido experiencias inolvidables con personas que ahora considero mis amigos y conseguimos entre todos que el baloncesto andaluz ocupara el puesto que merecía.

Los campeonatos los ha dominado Cataluña quizás porque, dentro del nivel físico tan bueno que he visto en las cuatro categorías, los chicos y chicas de la federación catalana eran los mejores técnicamente.

Me he divertido mucho viendo los partidos de categoría infantil porque, curiosamente, jugaban al contraataque y creando más ventajas desde el uno contra uno. Me ha sorprendido enormemente la capacidad para tirar de tres puntos que tienen esos niños y niñas nacidos en el año 2002. Hay auténticos tiradores.

Sin embargo me ha decepcionado, a pesar de existir tan buenos tiradores, el excesivo uso de las defensas zonales en esta categoría infantil. Es cierto que las normas permiten utilizar este tipo de defensa y está bien hacer uso de ellas en un momento concreto como recurso. No está bien que ese uso se convierta en que la defensa principal de tu equipo sea la defensa zonal y que se haga con un único objetivo resultadista. Es positivo que los niños se habitúen a atacar este tipo de defensas, utilizando espacios y conceptos de juego diferentes a los que han hecho con anterioridad en su corta edad en el baloncesto.

No me parece correcto que se usen estas defensas con el objetivo de provocar errores en el equipo rival por no tener todavía los suficientes recursos técnicos como para atacar la defensa zonal con calidad. Como es lógico, usar muchos minutos de un partido este tipo de defensas reduce los minutos en los que tu equipo utiliza defensa individual. Creo que esto es un error. Quizás me podéis llamar romántico pero personalmente me parece precioso ver a un equipo defender los veintiocho metros que mide la cancha, provocando dos contra uno al balón, presionando al hombre con balón sin miedo porque sabes que si pierdes en el uno contra uno tienes detrás a cuatro compañeros preparados a ayudarte y presionando igualmente las líneas de pase obligando al equipo rival a trabajar duro si quieren pasarse el balón. Todo el equipo trabajando junto con el objetivo de recuperar el balón, de no permitir al contrario siquiera tirar, dispuestos a tirarse al suelo por luchar por recuperar la posesión. ¿No os sentís más realizados como entrenadores de formación viendo a vuestro equipo trabajar en defensa para recuperar el balón que esperando en zona a que un contrario tire y falle?

Estoy convencido de que en categorías inferiores deberíamos reducir el uso de la defensa zonal. No creo que haya que prohibirlas. Pero en el caso de que queramos usarlas debemos enseñar a defender en zona porque también se puede defender en zona haciéndolo agresivamente ocupando más espacios y no encerrados dentro de la pintura; presionando al hombre con balón y no flotando; y trabajando de una manera activa, rotándose y ayudándose y no ocupando espacios pasivamente. Incluso se puede usar dos contra uno en ciertos espacios en la cancha cuando se defiende en zona.

Elegir una opción u otra está en nosotros los entrenadores. Somos nosotros los que debemos tener claro que el camino del máximo esfuerzo y el trabajo de todo el equipo por recuperar el balón es más atractivo y formativo que simplemente esperar a que el rival tire liberado y falle. Esto no quita que respete enormemente a aquellos colegas entrenadores que no estén de acuerdo y usen las defensas zonales como defensas principales en sus equipos buscando el resultado. Todos buscamos el resultado. Todos queremos ganar. Pero estoy seguro de que el camino del máximo esfuerzo y defender a toda cancha es mucho más formativo y gratificante para entrenadores y jugadores. Y esta es la clave: ganar persiguiendo lo mejor para los jugadores a los que enseñamos y formamos.