Se prevé un alza en la ocupación hotelera. De las cárceles. El Tribunal que ha juzgado el caso Malaya ordena ir a prisión a 27 condenados en los próximos diez días. A la cárcel de España que ellos elijan. 16 folios tiene el auto que notifica que las sentencias han de ejecutarse de inmediato. La frase ‘a la cárcel’ tiene tres palabras, pero la Justicia necesita emborronar folios, hacer literatura o jurisprudencia, enrollarse y parir 16 folios, cantidad esta que da para un buen relato, un mini ensayo o el cautivante comienzo y planteamiento de una novela.

La investigación judicial de la trama de corrupción comenzó a finales de 2005 y se destapó en marzo de 2006 con la primera fase de detenciones. El procedimiento judicial tuvo como consecuencia la disolución del Ayuntamiento de Marbella en abril del 2006 y la constitución de una comisión gestora hasta las elecciones de 2007. Diez años han estado en vilo algunos acusados. Sus vidas y haciendas han cambiado mucho. Hay quienes han estado a punto de irse de rositas y quienes ya con su vida rehecha y la esperanza de la redención, se encuentra con este quiebro del destino, que los pone a pan y agua. Mucho se robó en Marbella. Poco se ha devuelto. Entre los que van a ir a la cárcel hay grandes famosos, no pocos caraduras, asiduos de platós y un largo etcétera. Los etcétera siempre son largos, si no serían puntos suspensivos. La Justicia es tardona pero tiene memoria. A veces tiene tanta que se puede confundir con la venganza. Tomás Reñones, Marisol Yagüe, García Marcos, Pedro Román, Montserrat Corulla son algunos de los que van a ir a la cárcel. Mirados ahora parecen juguetes rotos. Hubo un tiempo en el que parecían inmortales. Y sobre todo, poderosísimos. No poca de la gente de Marbella que ahora se escandaliza o los niega y repudia los amaba y votaba y les reía las gracias. «El que apetezca la gloria debe despedirse a tiempo del honor y dominar el arte difícil de irse en el momento oportuno», dijo Nietzsche. Bien que se despidieron del honor algunos de estos. Ni por asomo pensaban en irse. La impunidad era un estado mental. Si hasta grandes imperios bien pertrechados no duraron cien años, no sabemos cómo algunos confiaban en que el gilismo iba a durar una vida. Bueno, sí lo sabemos.