No se sabe si la superación de IU que proyecta Alberto Garzón supondrá su final, ni el del PCE, que está dentro de IU, ni si por tanto es verdad que, como han dicho, «no quieren una matrioska». Las palabras las carga el diablo, y ésta -matrioska- puede ser un ejemplo, pues el origen del PCE no es otro que una escisión del PSOE impuesta desde Moscú en 1921 por la Internacional Comunista (en el fondo el comunismo español nunca ha sabido desembarazarse del todo del embarazo originario de esa matrioska). Al final la cuestión de toda la llamada izquierda radical que participa en política en el capitalista Occidente reside en si, tras la caída del muro, es capaz de al menos esbozar, y con alguna dotación teórica, un sistema de veras alternativo que ofrezca visos de funcionar, o se resigna a capitanear una reacción airada frente a los desmanes del capitalismo. Lo primero no parece fácil.