Mañana es lunes. Nótese que comenzamos dando noticias. Lunes de enero. Plena cuesta. Las navidades parecen ya muy lejanas. Por parecer parecen hasta lejanos los propósitos esos que se hacen en año nuevo como saludar al vecino, no fumar, perder tres kilos, ampliar la colección de sellos sudaneses o leer el Ulises. Los anglosajones tienen elegido a uno de los lunes de enero como el peor día del año. El más odioso. No sabemos si será mañana o fue el que siguió inmediatamente a las navidades o será el que viene, día 25, que estaremos aún más tiesos, ateridos y calvos. Enero no es el lunes del año. Son más bien octubre o septiembre. Agosto es el domingo del año. Enero no es el lunes del año pero puede llegar a resultar largo y asfixiante como aliento de bestia. No obstante, los días se alargan ya, se aprestan los almendros a florecer y aunque eso de identificar y asimilar primavera con alegría es para poetas de provincias, damiselas aburridas o abuelos tradicionales, no negaremos que ese resurgir de la vida, las flores, los escotes y el sol nos inyectan ciertas dosis de optimismo. Enero toma su nombre del dios Jano, del latín Janus, representado con dos caras, el espíritu del principio y el final. Los romanos tenían un calendario que empezaba en lo que nosotros llamamos marzo, pero el año duraba 304 días. Fue más tarde cuando se añadieron dos meses. De hecho, hasta hace pocos siglos muchos países no celebraban año nuevo el uno de enero, y sí al comienzo de marzo. En enero, no te separes del brasero dice la sabiduría popular. La sabiduría popular tiene a veces estas perogrulladas tontunas como de pueblo aislado. Ves a la sabiduría popular le dices hola y ya va ella y acuña: saludar es bueno. Claro que si la sabiduría popular cogiera un vuelo low cost y se viniera al Sur de España tal vez tendría que empeñar el brasero, el abrigo y las ganas de estar en casa calentito con una manta. Veo sujetos en camisa por la ventana. La justicia de enero es muy rigurosa, más llegando febrero ya es otra cosa.

El tiempo vuela. Y tanto: es domingo, estábamos armando una columna sobre los lunes y nos hemos ido a enero. En enero se fundó Lima y no es buen mes ni para invadir Rusia ni para la vendimia. Por muy odiosos que los anglosajones o carpetovetónicos tilden a un día, el ánimo o la procesión va por dentro. Siempre habrá en el lunes más odioso del año quien se enamore, logre un aumento de sueldo, se cure de un cáncer o tenga un hijo. Alguien que se encuentre cincuenta euros o reciba el halago de un compañero, un buen consejo de su padre o un premio de ensayo. Los lunes de enero van a veces por dentro corroyéndolo a uno en pleno sábado de un radiante mayo. Por ejemplo. Ánimo con la cuesta.