Imaginemos que de boca de un político o un opinador saliera el siguiente mensaje: «Ruego encarecidamente a los ciudadanos adinerados que no se expongan a circular por las calles del centro cuando cae la noche haciendo ostentación de sus joyas y sus abrigos caros, so pena de ser atracados. Mejor se abstengan de provocar a los que puedan querer robarles». O tal vez esta otra advertencia: «Los propietarios de perros vayan con cuidado porque sus mascotas pueden desatar las fobias de quienes odian a los animales». O quizás: «Los peatones, mejor no salgan de sus casas. Los conductores podrían desear hoy no respetar los semáforos ni los pasos de cebra y nadie podrá protegerles»”. Estos argumentos se lanzan un día sí y otro también sobre las mujeres con el propósito de culpabilizarlas por la violencia que los hombres ejercen contra ellas, porque siempre resulta menos complicado rebotar un problema que solucionarlo. Obispos, escritores en declive y toda clase de acomplejados de mente estrecha cómodamente instalados en una supremacía masculina muy periclitada no esconden su miedo a perder relevancia por el empuje femenino. Sería patético si no fuese dramático: en España son ya cinco las mujeres asesinadas por sus exparejas en lo que va de año, y en ningún caso su condición de minifalderas o frecuentadora de barrios mal iluminados ha tenido que ver con estos crímenes. Sí, por contra, el machismo de toda clase e intensidad, y la escandalosa merma de los fondos públicos para luchar contra la violencia de género.

La nochevieja en la ciudad alemana de Colonia se saldó con más de mil agresiones sexuales a mujeres, que según se va conociendo perpetraron bandas de tíos organizados, la mayoría refugiados recién llegados de países en guerra y norteafricanos, muchos musulmanes pero borrachos como cubas. Bienvenidos a Occidente, donde la libertad se pasea medio en pelotas por las calles excitando vuestros bajos instintos. La primera reacción de la alcaldesa de la urbe fue pedir a sus congéneres que vayan con cuidado. La muy inútil. Que vaya con cuidado ella con su carrera política. El jefe de la policía ha sido destituido porque con gran optimismo una nota de prensa de su departamento resumía lo acaecido como «Ambiente alegre. Las celebraciones discurrieron en su mayor parte pacíficas», mientras se ralentizaban las investigaciones y se escondía la cruda realidad de unas fuerzas de seguridad inoperantes en pleno caos. Ahora sabemos que ocurrió lo mismo en otras ciudades, y que Suecia escondió episodios similares de ataques masivos a chicas en conciertos juveniles. El gobierno germano va con cuidado para que no cunda la xenofobia. Pero que nadie se llame a engaño: no fueron ataques religiosos ni raciales sino machistas. Por eso precisamente se minimizaron y está costando tanto atrapar a los delincuentes y encerrarlos, o mejor devolverlos a sus retrasadas sociedades, a modo de advertencia para los que vengan. Otro gallo hubiera cantado si llegan a saquear mansiones o atacar iglesias. O bancos.

En los casos de abuso, maltrato, violación o asesinato de una mujer la única inocente es la víctima, ¿queda claro? Todos los demás, desde el que perpetra el delito de hecho hasta quienes le jalean, excusan, defienden, buscan atenuantes o apoyan difundiendo teorías marcianas que recortan la libertad de las mujeres son culpables en uno u otro grado. Su estupidez desde luego no es inocente porque nos pone en peligro a todas.